26 marzo 2020

Llamémoslo magia



Un lugar extraño,
pero en cinco minutos, hecho tan nuestro.
Dos taburetes altos,
cara a cara,
ojos mordientes
y cerebros expectantes.

Suena Coldplay, Radiohead y U2.
Dos cigarros.
Y a las cervezas le sigue el vino.
No recuerdo si comimos algo que no fuera a nosotros.

Y entre tantas confesiones con las miradas,
vivimos el momento como si quisiéramos escarbarnos hasta lo más profundo de nuestros sueños, para motivarlos, y hasta lo más profundo de nuestros miedos, para mitigarlos.
Con un afán exagerado por conocernos y entendernos.

De alguna manera u otra, esa conexión fue tal que, para mí, nos habíamos follado antes, lo de después fue un extra.

No importaba lo que pasase, ya teníamos el botón de la energía enchufado, los dos habíamos coincidido en el momento idóneo, para que todo fuera perfecto.

Hablamos, nos miramos, nos leímos la mente, nos tocamos y nos erizamos. Esa noche utilizamos todos esos lenguajes.

Para que luego se diga que con la misma persona cuesta cambiar de idioma.


No hay comentarios:

Publicar un comentario