29 marzo 2020

Pervirtiendo la vida

Imágen extraída de: http://kisatv.blogspot.com/2013/02/ruin-excellent-short-animation-1080p.html

Y de repente, paramos.
Y el mundo se ralentizó hasta quedarse inmóvil.

Dejamos de andar con prisa por las avenidas.
Dejamos de volar por nuestra moda de "¿si no viajas, qué te gusta hacer?" Y destruir el aire.
Dejamos de infectar los mares y los bosques.
Dejamos respirar a las ciudades sin atascos interminables.
Dejamos de contaminar el silencio con nuestro ruido egocéntrico y perpetuo.
Dejamos, por un momento, de pervertir la vida.
Devolvimos las plazas a las palomas, las calles a los gatos, los ríos a los peces, los mares a los delfines, los cielos a los pájaros, los bosques a las ardillas.
Dejamos, por un instante, de invadir el planeta, para recluirnos entre cuatro paredes de ladrillo y pintura, convertidas en la cárcel donde La Tierra nos encierra para cumplir nuestra infinita condena.

Poético sin duda. Nuestra desgracia resultando ser el resurgimiento del resto del planeta.

Por un instante, dejamos de mirarnos el ombligo, para darnos cuenta que somos tan o más minúsculos que un virus en la inmensidad del universo.

Y todo esto pasará algún día, pero mientras tanto, mientras vivimos con mascarilla, el planeta respira, respira con fuerza, muy hondo, preparándose para cuando volvamos a invadirlo todo.

28 marzo 2020

Dos Lunas


El planeta Tierra siempre tuvo dos Lunas, madre e hija. La pequeña luna siempre había soñado con bajar a la Tierra, se aburría jugando sola, bailando sola, cantando sola. Se pasaba horas y horas observando cómo transcurría la vida ahí abajo, lloraba por no poder pisar la tierra, sentir la lluvia, tocar el viento. Aunque su madre siempre le había dicho que ella tenía que ser luna toda su vida, la pequeña, en su sana rebeldía, cuestionaba su destino, no podía asumir que su vida ya estuviera escrita, que no tuviera más opciones, que no conociera nunca al sol y que su vida se resumiera en cumplir ciclos de 29,5 días. Deseaba tantísimo bajar y formar parte de los bosques y los ríos, sentir las dificultades y alegrías de vivir, que se prometió así misma hacer cualquier cosa para conseguirlo, aunque ello significara no ser eternamente venerada, dejar de tener el control de las mareas y separarse de su madre. 

Una noche, mientras se disponían a brillar como acostumbraban, pasó un cometa muy cerca de ellas, dejando tras de sí un bonito rastro de polvo brillante. La pequeña luna, en fase creciente, estaba convencida de que era ahora o nunca, era el momento de poner a prueba al destino y comprobar el poder que residía en sus sueños. No lo dudó un segundo, cerró los ojos y pidió un deseo. Su deseo. Quería bajar y ser el animal más precioso y mágico que jamás hubiera existido. Quizás no había destino, o sí, y su destino era perseguir su gran sueño cueste lo que cueste.

La noche siguiente únicamente salió una luna, triste y descompuesta, pero feliz por ver a su hija tan contenta. Y ésta, desde lo alto de una colina se despedía de su madre para siempre, aullando y añorando no poder tocar una vez más sus bonitos cráteres, pero con la felicidad de ser lo que siempre quiso ser y teniendo la certeza de que su madre Luna le cuidaría desde arriba cada noche, sin condiciones.

Y desde ese momento, los lobos aúllan cuando oscurece, para saludar a mamá y darle las buenas noches.

Fin
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 Dibujos de Adrián Pobo Nadal /  @olom.art


26 marzo 2020

Llamémoslo magia



Un lugar extraño,
pero en cinco minutos, hecho tan nuestro.
Dos taburetes altos,
cara a cara,
ojos mordientes
y cerebros expectantes.

Suena Coldplay, Radiohead y U2.
Dos cigarros.
Y a las cervezas le sigue el vino.
No recuerdo si comimos algo que no fuera a nosotros.

Y entre tantas confesiones con las miradas,
vivimos el momento como si quisiéramos escarbarnos hasta lo más profundo de nuestros sueños, para motivarlos, y hasta lo más profundo de nuestros miedos, para mitigarlos.
Con un afán exagerado por conocernos y entendernos.

De alguna manera u otra, esa conexión fue tal que, para mí, nos habíamos follado antes, lo de después fue un extra.

No importaba lo que pasase, ya teníamos el botón de la energía enchufado, los dos habíamos coincidido en el momento idóneo, para que todo fuera perfecto.

Hablamos, nos miramos, nos leímos la mente, nos tocamos y nos erizamos. Esa noche utilizamos todos esos lenguajes.

Para que luego se diga que con la misma persona cuesta cambiar de idioma.