Vivimos con
tal rapidez, que ni nos enteramos.
Autómatas preparados para dormir poco, comer con prisa y vivir a 180
pulsaciones.
¿De dónde habrá salido ese demonio que se posa en tu hombro y te susurra al
oído que no puedes permitirte "perder el tiempo"?
¿Perder el tiempo?
¿Qué significa perder el tiempo?
En la era de la inmediatez, se nos hace largo leer un libro. Nos conformamos
con los titulares.
En la era de los 140 caracteres, de lo visual del mundo de Instagram, de
conocer a la gente por catálogo, del polvo visto y no visto.
Vivimos en ese mundo donde el tiempo muerto no existe, parar un segundo a
pensarse es utópico y no hay un momento para quedarse atontado mirando a la
nada.
Somos auténticos fans del ya, de "lo quiero ahora mismo". Como niños
maleducados que no entienden de razones.
Mañana no existe, el luego tampoco.
Y a veces nos desesperamos si nos hacemos una siesta de media hora. ¿Dónde
habrá ido mi ser responsable que utiliza 27 horas de 24 que tiene el día?
"Tienes que ser una persona de provecho".
¿Quizás interpretamos mal esa frase que tanto les gustaba decirnos?
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