Siempre con
los dedos temblorosos merodeando el botón rojo.
La explosión era cuestión de tiempo. Todo daba igual. Estábamos a punto de
convertirnos en zona restringida por radiación nuclear.
Sobre nosotros persistía una nube negra que siempre tapaba el sol.
Manteníamos viva una esperanza transitoria. "Todo va a salir bien",
nos decíamos con ojos llorosos y el estómago desintegrado.
Ni nosotros mismos nos creíamos.
A nuestro amor se le empezaron a notar las costillas y los buitres negros
custodiaban en lo alto nuestros últimos suspiros. Simplemente esperaban. Poco a
poco nos metimos, sin quererlo, en un laberinto mental del que nadie hubiera
sido capaz de escapar.
Con el corazón lleno de tiritas, el alma amordazada y la mente atada de pies y
manos.
El amor, si lo masticas mucho, se hace bola.
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