17 enero 2021

Apología del desorden

Apología del desorden.
Esclavo de mi realidad.
Mis brazos inflamables abrazan a la soledad intermitente.
Desoyen cualquier atisbo que no signifique calentarse solos.

Sobrevivo a los ingratos pasos del destino, que se inmiscuyen en mi belicosa dictadura autodestructiva.

"Tic tac"
"Tic tac"
Se hace de noche.
Duele.
Duele en lo más profundo.
Agujerearme la barriga, coger mis doce metros de tripas con unas pinzas y esparcirlas por el suelo en esta orgía de miedo, sangre y odio.

Colérico mundo a punto de estallar.
Mi zona de guerra, precintada por mis costillas a franjas rojas y blancas, no aguanta más.
Sicario de mí mismo, apuntándome en la sien. Voy a dispararme en el Bloc de Notas.

Protejo a la palabra libertad en un papel en blanco. En este no cabía más agonía.

Y mientras desato al perro rabioso y hambriento que mantengo dentro, apareces un instante. Como si quisieras ser calmante en este infructuoso momento de desquite.

Y de repente, mi sentido de la vergüenza incontrolable se entremezcla con tus ojos desvergonzadamente incuestionables.
Buen intento, pero ha durado tres milésimas de segundo. Hoy no es día de colorines.

Suelto al perro.
Corre y muerde el papel.
Babosea y vuelve a morder enloquecidamente, el papel y mis dedos con principio de Parkinson.

Agoniza el boli.
Pero hoy no lo pienso salvar. Hoy me voy a dejar llevar por la ira sanguinaria de las pirañas mordisqueando mi reducto de esperanza.

Vuelvo a entrar en el dolor que custodia mi estómago envejecido.
Vuelvo a entrar en mi deriva, acuciosamente, hacia el sol. A mirarlo fijamente hasta que se desintegren mis ojos ingobernables.

El futuro es un caos desquiciante.
Y yo soy un ninfómano con un ansia desmedida por follarme, una y otra vez, cada resquicio de mi mente incomprendida.

Un A4 es un lugar pequeño para escribir tanto desastre.

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