Hoy me he
levantado con morriña. Y no sé por qué, pero, a la vez, encuentro mil motivos.
Como si en la noche se hubieran abierto de nuevo todas las heridas,
y como un león con tendencia suicida,
ya no fuera capaz de usar la saliva.
Deben ser las cosas del querer,
y reconozco que todavía me zarandea tu sonrisa en mi cabecita obstinada en
rebozarse en el perder.
Me pongo a recordar el secreto que escondían los ojos cruzándose a veinte
centímetros, el universo que albergaban nuestros rincones, las risas buceando
en una jarra de cerveza fría, como las camas que me he encontrado después.
Los párpados se han despegado de mis ojos hambrientos,
del gélido desarraigo que alimento,
para que nunca muera este cuerpo,
inmerso en un desesperado último aliento.
Provengo de la luz incesante que disipa mis recuerdos, malinterpretados en las
noches donde desubico mi alma y la traslado, hacia mis constantes peripecias
para no volver a encontrarme en paz.
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