Prometo que
quise. Que lo intenté.
Quise salvarte de la quema.
Me hubiera enfundado unas mallas apretadas y colgado una capa de la espalda,
inventándome cualquier superpoder para salvarte.
De verdad, te digo que hubiera luchado con dragones y monstruos, mordiéndoles
el cuello, y si no llego, pues los pies.
Quise probarme en esto que pasa en los cuentos. Quise ser un héroe. Iba lanzado
a sacarte del fuego, a sacarte del castillo.
Yo, un cualquiera, que también, en algún momento, se acabó creyendo el cuento.
Pero no.
No soy un héroe.
No sé luchar con los monstruos de los demás, mientras descuido a los míos.
Y al final, ni felices, ni perdices.
Me giré envalentonado y con el pecho hinchado. Pero eran muchos. Y yo solo una
persona, que ya tenía bastante luchando contra su oscuridad.