Me
explota la cabeza cuando pienso en el brillo del sol, la energía y el calor que
nos da la vida.
Me sube el vértigo por el pecho cuando me veo bajo las estrellas, en una
asombrosa cura de humildad de la que nadie, NADIE, es capaz de escapar.
La roca, que lleva miles de años sintiendo el viento, tranquila e impasible,
resiste al paso del tiempo, nuestras ínfimas preocupaciones de estar por casa.
Me estremece la luna, su fuerza para manejar las mareas, el misterio que
alberga, llena o afilada como una espada sarracena.
Me maravilla el mundo.
Me maravilla el mundo interior que guardamos en los entresijos de nuestros
bolsillos, mezclados con baratijas a las que dotamos de un valor fantasmal. Las
cuales, provocan gran confusión al rebuscar acomplejadamente el secreto que
nadie nos contó.
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