Mis
calcetines viven la vida rozando la utopía.
Se han acostumbrado a quebrar barreras, a romper las reglas. Son el grito
puesto en el cielo. Son los más rebeldes del segundo cajón de la cómoda.
El asesinato prematuro del romanticismo más rancio. El olvido de los posesivos
que matan, a veces, literalmente. La guillotina del "mi" y el mayor
castigo imaginado impuesto al "nosotros".
No tienen fama, ni dinero. Siempre viven en lo más bajo de los estratos,
normalmente tocando directamente el suelo.
Pero alientan un fuego interno capaz de envolver al mundo en llamaradas. Y
quizás, nadie, nunca, pueda apagar el incendio.
Son como unos niños sin capacidad de odiar, sin entender ningún estigma racial.
El ying y el yang. Y sí, seguramente, en ocasiones, me los ponga del revés.
Mis calcetines viven la vida
acariciando con los dedos la utopía.
Son libres de amar al calcetín que elijan. Y cambiarlo sin trauma en un mal
lavado de ropa.
Mis calcetines duermen en un cajón y por la mañana se arriman a un pie. Sudan,
sufren, lloran. Se irritan y se calientan y cada día eligen unas zapatillas
distintas.
Ellos no se ponen celosos cuando los pies deciden vivir descalzos para sentir
el frio del suelo en verano. Simplemente comprenden, aceptan que, a veces, esos
pies que adoran, necesitan de otras vivencias.
En ocasiones, rotos, descoloridos y perdidos. Sabedores de su existencia
infinitesimal, perduran en silencio manteniendo vivo, únicamente, la
majestuosidad del ahora.
El antagonismo vital que irrita las cabezas huecas. La resistencia de la
singularidad que maniata las miradas cohibidas.
El fraude de la normalidad instaurada, sustituida por la exhuberancia de lo
irracional, haciendo trizas las cuerdas que sujetan el mundo.
Si te descuidas, bailan alocados a sabiendas que es su última oportunidad antes
de volver a su punzante soledad. Sin cuestionarse a dónde van. Sin preguntarse
siquiera quiénes son. Sin nombres ni apellidos, sin definiciones inalterables.
Con una mirada tan limpia, tan ingenua, tan despreocupada, tan ellos, que nunca
les importará que les miren mal.
No piensan dejar nada atrás. Ni sus sueños. Ni su extravagancia inadvertida a
sus ojos, normalizada solamente por ellos mismos. Ni la firme convicción de ser
lo que quieran ser. Lo que su mundo interior les grite, sin permitir que el
externo les manipule para cortarlo por lo sano.
No se van a dejar aplastar.
Ellos son los más valientes del segundo cajón de la cómoda.
Me dicen: No te depiles, los pelos en las piernas son sexys 😎😎
Aquí mandan las letras. Sublevadas e irreverentes todas ellas, han tomado el control. Cuando se mezclan hablan mis tripas, descansan mis temblores y se desgañitan mis contradicciones. Se desnudarán sin censuras, tronarán sus pulsaciones y oscilarán sus biorritmos cambiantes. Ahí están… Agárrate que vienen poniendo las íes sobre los puntos.
06 noviembre 2020
La utopía de un par de calcetines
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