Quiero
meditar. Y lo que me sale es un enajenado intento incapaz de gestionar tres
respiraciones seguidas.
Como el que quiere ser Leonard Cohen escribiendo y cantando a Suzanne, y le sale un Angus Young en
medio de un riff de guitarra eléctrica en Thunderstruck.
Predomina tanto la rapidez en mi cabeza, que en ocasiones se me sale el cerebro
del cráneo y dejo atrás a mi cuerpo lento y fatigado.
Vivo con la intensidad de un estómago que nunca deja de hacer la digestión y se
angustia de tanto engullir, pero no sabe parar ese hambre voraz capaz de
destruirme sutilmente.
Empecé hace tiempo a buscar con ahínco cualquier cosa que me baje las
pulsaciones y calme mi ser, tan inquieto que en ocasiones parece desesperado.
Soltar y aceptar es la clave. La clave que todavía tengo atravesada en la
garganta, y trato de arrancarme entre tos profunda, envuelta de espasmos y
convulsiones.
Así enfrento los días, pidiendo tiempo muerto para beber y coger aire.
Dame un segundo, que vuelvo enseguida...
Aquí mandan las letras. Sublevadas e irreverentes todas ellas, han tomado el control. Cuando se mezclan hablan mis tripas, descansan mis temblores y se desgañitan mis contradicciones. Se desnudarán sin censuras, tronarán sus pulsaciones y oscilarán sus biorritmos cambiantes. Ahí están… Agárrate que vienen poniendo las íes sobre los puntos.
19 noviembre 2020
Intento desesperado
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