19 abril 2020

Nadie dijo que fuera fácil ser un cactus


Qué complicado es ser un cactus y tener el cuerpo lleno de espinas. Espinas que no tienes claro si naciste con ellas o te las pusiste en defensa propia.
Necesitas agua, pero la justa porque si no te ahogas y te pudres. Dejarme estar, solo, con mi sol, mi desierto y mis púas protegiéndome de no sé el qué.

Qué complicado es. Pienso, mientras todos me admiran aunque no lo digan.
¿Cómo puedo aguantar la soledad de un desierto y vivir con la grandeza de gozarlo?
¿Quién puede reconocer que las espinas le han hecho más fuerte? que cada una de ellas son una historia que ha vivido, una historia que lo ha convertido en un ser independiente.

Vivir con la dualidad de gozar y soportar la soledad. De alguna manera, quererse tanto como para no necesitar a nadie, a la par que faltarte todo y no servirte nada para consolarte. Y llorar las poquitas gotas de agua que mantienes dentro, en las noches tan frías de los desiertos, cuando nadie mira.

Afortunado ser el que pueda adaptarse a sentir las caricias que le regalan otras manos y sentirse completo al poder tocarse sin que le hagan falta otros dedos.
Lágrimas de sal que demuestran que estás vivo, aunque dolido, pero vivo.



Coautora: Cristina Fernández Marín

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