En el llanto y la ira se encuentra la fuerza que nos enfurece y reactiva para combatir de nuevo con fiereza.
En la agonía surge la rabia que nos permita tener alguna opción de victoria ante las columnas de fuego, las olas de sangre y las ráfagas de hielo.
Y llegará, por fin, el tiempo de despertar.
Llegarán las lágrimas, pero esta vez acompañadas de cuchillos y unos dientes sin miedo a las yugulares.
Los dioses nos pedirán perdón y les obligaremos a cumplir su penitencia sentados, de espaldas, en un rincón.
Sí, nosotros también sabemos ser vengativos.
Todo será explosión tras nuestra angustia.
Nos abriremos el pecho en canal.
Y las mentes se expandirán, quebrando, por fin, los cráneos en mil pedazos.
Nos contagiaremos, adrede, de esta furia encadenada.
Todo lo conocido estallará, incluso con más violencia que el Big Bang.
Y volverá a nacer el mundo entero. Desde cero.
Menos la verdad que esconden tus ojos.
Esos dos universos persistirán.
Esas
pupilas nunca se fueron, ni se irán.
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