18 abril 2020

Humo negro y denso


Me tirita el alma al compás de mi cuerpo frío.
Me tapo la cabeza con la capucha. Quiero asegurarme el pasar desapercibido, incluso estando solo en casa.
Un libro de Albert Camus, que todavía no me he atrevido a empezar, me observa inquietándome con sus letras crispadas.
Todo esto me huele raro, me sabe a no aceptar la rendición.
Necesito escribir a discreción, y me doy cuenta que esa sensación renace siempre con la ocupación invencible de todo mi ser por un humo negro y denso, muy denso. Relacionado con los rincones donde duermo algunas noches, con las charcas donde me mojo hasta los tobillos, con los suspiros y sollozos que llevan a lugares todavía encriptados.
¿Es escribir, entonces, el último bastión de la resistencia que agoniza al verse casi aplastada, que saca fuerzas de flaqueza en medio de esa ocupación imperial?

No lo sé. De momento, carguemos los fusiles y disparemos hasta quedarnos sin munición, que merodean pensamientos de mierda y vienen feroces a invadirlo todo.

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