26 abril 2020

Hoy ya está todo contado


Suben bichos por mis piernas
y siguen todos jugueteando con mi barquito de papel.
Al final se va a romper
y yo ya empiezo a coquetear con mis venas.

No hay miedo a decir la verdad,
ni insumisión,
ni calvario,
pero a lo largo del océano se extiende un rumor,
visto un cuerpo instalado en la soledad.

Hay gaviotas ansiosas
y babosas escalando lentamente por mi piel costrosa.
Y cuervos con la mirada crispada
y esqueletos con guadaña sonriendo su calavera resquebrajada.

Yo resisto con la poca dignidad del que ya sabe su destino y se traga el miedo,

porque venció la resignación.

Simplemente observo cómo se hunde mi barquito de papel

en un vasto mar
de nada.

24 abril 2020

No quiero a ese tigre dentro

Soy experto en hacerme el duro delante de la gente, y después asfixiarme y desmoronarme solo.

¿Y qué más podría confesar tras la frase anterior, si me he quitado la ropa, un poquito de piel y hasta las vergüenzas en dieciséis palabras?

Podría incluso afirmar que este texto comienza con una traición a mí mismo. E intuyo que continuará con exilio cruel, pero proporcionado. Y una súplica de clemencia en cuanto asuma que es valentía el mostrar algunas de mis miserias al mundo entero.

Y es que, cuando se te cae la careta de repente y se te ven las lágrimas, después del miedo, viene de inmediato la tranquilidad de haber sacado del estómago a ese tigre que te araña y te ruge todas las noches.



23 abril 2020

Tras mil años y algunas guerras civiles


Sin esperarlo, como suelen llegar las mejores cosas.
Con tranquilidad y confianza, como se vive a las personas con las que fluyes. Asegurándonos dejar cualquier forma de forzar situaciones bien alejada de nosotros.
En lo más profundo de mi sonrisa, tras la pantalla, se esconde la sensación de que has venido a ayudarme a desplegar mis alas.
Y no, rotundamente no me avergüenza estar viviendo una adolescencia en la treintena.
Tú y yo conspiraremos en el sofá todos esos planes que a nuestras ganas desmedidas se le ocurran.
En tres segundos me recordaste el nombre de cosas que creía olvidadas.
Y estoy aprendiendo a amar lo lento, a aceptar mi impaciencia innata mientras descubro que soy capaz de esperar y aguantar mi ansia.
Reconocer la similitud de los lunes y los domingos, mientras se paran todas las manetas de los relojes.
Y en lo que dura un abrazo virtual, jugamos a hacernos las risas y a follarnos con un poco de imaginación, con ayuda de nuestras manos, tan cómplices como desquiciadas.

No sé qué saldrá de este 'impás' inesperado. Me atrevo a decir que ni siquiera necesito saberlo.

Pero sí sé la ilusión que me genera que hayas reaparecido en mi vida después de mil años y algunas guerras civiles, reactivando partes de mí que creía extintas.

19 abril 2020

Nadie dijo que fuera fácil ser un cactus


Qué complicado es ser un cactus y tener el cuerpo lleno de espinas. Espinas que no tienes claro si naciste con ellas o te las pusiste en defensa propia.
Necesitas agua, pero la justa porque si no te ahogas y te pudres. Dejarme estar, solo, con mi sol, mi desierto y mis púas protegiéndome de no sé el qué.

Qué complicado es. Pienso, mientras todos me admiran aunque no lo digan.
¿Cómo puedo aguantar la soledad de un desierto y vivir con la grandeza de gozarlo?
¿Quién puede reconocer que las espinas le han hecho más fuerte? que cada una de ellas son una historia que ha vivido, una historia que lo ha convertido en un ser independiente.

Vivir con la dualidad de gozar y soportar la soledad. De alguna manera, quererse tanto como para no necesitar a nadie, a la par que faltarte todo y no servirte nada para consolarte. Y llorar las poquitas gotas de agua que mantienes dentro, en las noches tan frías de los desiertos, cuando nadie mira.

Afortunado ser el que pueda adaptarse a sentir las caricias que le regalan otras manos y sentirse completo al poder tocarse sin que le hagan falta otros dedos.
Lágrimas de sal que demuestran que estás vivo, aunque dolido, pero vivo.



Coautora: Cristina Fernández Marín

18 abril 2020

Humo negro y denso


Me tirita el alma al compás de mi cuerpo frío.
Me tapo la cabeza con la capucha. Quiero asegurarme el pasar desapercibido, incluso estando solo en casa.
Un libro de Albert Camus, que todavía no me he atrevido a empezar, me observa inquietándome con sus letras crispadas.
Todo esto me huele raro, me sabe a no aceptar la rendición.
Necesito escribir a discreción, y me doy cuenta que esa sensación renace siempre con la ocupación invencible de todo mi ser por un humo negro y denso, muy denso. Relacionado con los rincones donde duermo algunas noches, con las charcas donde me mojo hasta los tobillos, con los suspiros y sollozos que llevan a lugares todavía encriptados.
¿Es escribir, entonces, el último bastión de la resistencia que agoniza al verse casi aplastada, que saca fuerzas de flaqueza en medio de esa ocupación imperial?

No lo sé. De momento, carguemos los fusiles y disparemos hasta quedarnos sin munición, que merodean pensamientos de mierda y vienen feroces a invadirlo todo.

06 abril 2020

La poesía y tus ojos salvarán el mundo


En el llanto y la ira se encuentra la fuerza que nos enfurece y reactiva para combatir de nuevo con fiereza.

En la agonía surge la rabia que nos permita tener alguna opción de victoria ante las columnas de fuego, las olas de sangre y las ráfagas de hielo.

Y llegará, por fin, el tiempo de despertar.
Llegarán las lágrimas, pero esta vez acompañadas de cuchillos y unos dientes sin miedo a las yugulares.
Los dioses nos pedirán perdón y les obligaremos a cumplir su penitencia sentados, de espaldas, en un rincón.
Sí, nosotros también sabemos ser vengativos.

Todo será explosión tras nuestra angustia.
Nos abriremos el pecho en canal.
Y las mentes se expandirán, quebrando, por fin, los cráneos en mil pedazos.
Nos contagiaremos, adrede, de esta furia encadenada.
Todo lo conocido estallará, incluso con más violencia que el Big Bang.

Y volverá a nacer el mundo entero. Desde cero.

Menos la verdad que esconden tus ojos.
Esos dos universos persistirán.


Esas pupilas nunca se fueron, ni se irán.