22 noviembre 2020

Mis yo encadenados

                                          https://creatividadeimaginacinfotosdejosramn.blogspot.com/2020/04/encadenado-en-tu-propio-espacio.html?m=1

 

Releo textos que escribí hace años. Y tengo la extraña sensación de revivir ese momento, ese sentimiento que provocó la necesidad de pegar la punta del boli al papel. Y, al mismo tiempo, de no saber quién escribió esas letras malditas, de qué agujero negro proviene ese sentir.

Es curioso lo poco que me conozco, que en ocasiones no sé de quién son unas palabras que escribí yo mismo.

Un exorcismo que deja al descubierto las partes de mí más recónditas y oscuras. Mis otros yo, a los cuales mantengo encadenados y tan solo permito salir bañados en tinta cuando nadie ve, mientras todos duermen y reina el silencio.

Con el paso de los años, al leer de nuevo lo que me contaban mis yo pasados, me extraño, dudo, me inquieto y me sorprendo. Me acuerdo y me suena todo, pero está lejos, exiliado y en cautiverio.

Es tan difícil saber quiénes somos realmente.
Y tan fácil no querer saberlo y renegar de ello cuando lo has descubierto. Apretarle los grilletes y enterrarlo de nuevo.

 

21 noviembre 2020

Tus ojos lo quemarán todo

En tus ojos he encontrado
la llama
con la que arderé.

Con ella se quemará
mi cuerpo entero
y el miedo
se convertirá en cenizas
transportadas por el viento
a ningún lugar.

19 noviembre 2020

Intento desesperado

Quiero meditar. Y lo que me sale es un enajenado intento incapaz de gestionar tres respiraciones seguidas.

Como el que quiere ser Leonard Cohen escribiendo y cantando a Suzanne, y le sale un Angus Young en medio de un riff de guitarra eléctrica en Thunderstruck.

Predomina tanto la rapidez en mi cabeza, que en ocasiones se me sale el cerebro del cráneo y dejo atrás a mi cuerpo lento y fatigado.

Vivo con la intensidad de un estómago que nunca deja de hacer la digestión y se angustia de tanto engullir, pero no sabe parar ese hambre voraz capaz de destruirme sutilmente.

Empecé hace tiempo a buscar con ahínco cualquier cosa que me baje las pulsaciones y calme mi ser, tan inquieto que en ocasiones parece desesperado.

Soltar y aceptar es la clave. La clave que todavía tengo atravesada en la garganta, y trato de arrancarme entre tos profunda, envuelta de espasmos y convulsiones.

Así enfrento los días, pidiendo tiempo muerto para beber y coger aire.

Dame un segundo, que vuelvo enseguida...

15 noviembre 2020

El niño que nunca fui

Sufrí el síndrome del niño adulto.
Resulta que, desde bien pequeño, fui demasiado reflexivo. Acompañado de un intenso sentimiento de placer por el bienestar de los demás. De querer lo mejor para todo el mundo, pues entendía que eso era lo mejor para mí.

Quizás fui padre antes de hora.
Quizás aprendí a cuidar, teniendo todavía dientes de leche.

Y es que, no me llegué a creer nunca a los reyes magos.
La fantasía existía solo en los cuentos, la vida era otra cosa. Y yo, sin saber por qué, ya lo sabía.

Tengo la sensación de nunca haber podido ser completamente niño. Como si dejarme barba tan joven fuera una obsesión por crecer, que venía desde que usaba un 35 de número de pie.

Ahora pienso en ello. Y toca a la puerta ese niño contestatario, imaginativo y con esa fe inquebrantable para encontrar magia en cualquier rincón.

Busco la rebeldía natural de quien no acepta las cosas como son.
Escarbo en los pantalones y en los cajones que guardan los recuerdos de aquellos años por si encuentro algo de impertinencia, de mala educación y cabezonería, que maquillen a ese niño con barba y ojos de poder entenderlo todo, pero no dejarse ver a sí mismo.
Me esfuerzo, me esfuerzo con insistencia para resucitar la magia que le asesinaron. Huérfano de poderes por crecer tan rápido.

Un niño que, en plena treintena, reclama su sitio en un mundo que no le permitió ser niño.

12 noviembre 2020

Vamos a morir todos

Así es. Vamos a morir todos.
Y cuando lo pienso, siento un miedo aterrador y, a la vez, una placidez luminosa rebrota e invade mi ser sin conformismos. Se quiere adueñar de todo.

Como si eliminara toda la presión y preocupaciones del mundo, el simple hecho de que un día no sintamos el miedo a no estar. A no existir.

Al fin y al cabo, el miedo a algo surge de la posibilidad de perder. Pero, ¿y si partimos de que nunca hemos tenido nada? Si nacemos desnudos y completamente solos. El resto, es a más. No podemos poseer, si en algún momento, sí o sí, seremos polvo y no vamos a ser.

Somos un ratito de vida dentro de una incógnita que nunca vamos a resolver.

Quizás, lo verdaderamente importante es lo que hacemos para llegar al momento de irnos, tranquilos, serenos, sin miedo, sin ataduras. Sin las llagas que nos produce el perder algo que nunca nos perteneció.