Confieso
que lograba atraerme tu forma de desaparecer sin dar explicación. Que mi
obsesión maniaca era real, pero tú tan sólo eras un cuento de ficción. Que
parece que sí y de repente es no, que eras 100% contradicción. Y yo que pensaba
que nos podíamos leer en las líneas de las manos, como si leer tus líneas fuera
más sencillo que leer tus ojos, como si alguna vez me hubieran mirado. He
buscado una respuesta que no existía. Y tengo claro que iba tan rápido que al
girar el cuello ya no había nadie, que las respuestas murieron en la espera,
que no hay espera si las líneas ya no pueden ser leídas. Que esas arrugas de
las manos jugaron al despiste. Hubo traición.
Y desde entonces, únicamente leo las líneas de las manos en braille, con pulcra suavidad y sin fiarme completamente de esas hendiduras tan tramposas que se forman en la palma de las manos.
Y desde entonces, únicamente leo las líneas de las manos en braille, con pulcra suavidad y sin fiarme completamente de esas hendiduras tan tramposas que se forman en la palma de las manos.
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