13 octubre 2019

Hay canciones



Hay canciones que son mucho más que sonido y voces, que guitarras y tambores. Hay canciones que suenan y retumban en el pecho, que levantan pelos y provocan escalofríos. Canciones que merecen otro estatus, que podrían reclamar su derecho a cuerpo y alma, e incluso a nombre.

Hay canciones que son los labios de tu primer beso, el recuerdo de la chica de Sexto. Canciones que son el verano del 2008, la noche de juerga inolvidable o el 'repeat' en el coche cuando te acaban de dar la L.

Hay canciones que odias, que te sangra el oído y se te derrumba el mundo al escucharlas. Canciones que fueron pérdida o las gotas de lluvia de un domingo. Canciones de despedida y de arrancarte las uñas. Canciones que fueron despertador o aeropuerto, un país entero o el clímax en un concierto.

Hay canciones que han cobrado vida, que se han convertido en personas. Canciones que escuchas y te invaden recuerdos, canciones que abrazarías, canciones que escupirías, canciones vetadas para el resto de nuestras vidas.

Tenemos de Rock, Pop, Reguetón, Techno, Rumba..., da igual, si suena el bajo o bajas 'despasito', si es romántica o desamor, si es Hardcore o de los 40 Principales, ellas son personas y son momentos, son un flash de tu vida cantada en tres minutos y cuarenta y siete segundos, lo que tarda en volver a arder alguna página del cuento.

Esas canciones no solo son canciones, nos teletransportan, nos meten en la máquina del tiempo. Canciones que trascienden y trastocan nuestra tranquilidad, canciones que espolean nuestra pasividad para ponernos a bailar como aquel día, canciones que tienes que pasar rápido para no llorar. Cantantes a los que cortarías la garganta para no volver a escuchar. Nuestra última opción de conectar con aquellas personas y esos momentos que dejaron huella.

Esas canciones no solo son canciones si, algún día, sin ser conscientes, casi sin querer, le otorgamos otro estatus y cobraron vida para siempre.


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