Hay
canciones que son mucho más que sonido y voces, que guitarras y tambores. Hay
canciones que suenan y retumban en el pecho, que levantan pelos y provocan
escalofríos. Canciones que merecen otro estatus, que podrían reclamar su
derecho a cuerpo y alma, e incluso a nombre.
Hay canciones que son los labios de tu primer beso, el recuerdo de la chica de Sexto. Canciones que son el verano del 2008, la noche de juerga inolvidable o el 'repeat' en el coche cuando te acaban de dar la L.
Hay canciones que odias, que te sangra el oído y se te derrumba el mundo al escucharlas. Canciones que fueron pérdida o las gotas de lluvia de un domingo. Canciones de despedida y de arrancarte las uñas. Canciones que fueron despertador o aeropuerto, un país entero o el clímax en un concierto.
Hay canciones que han cobrado vida, que se han convertido en personas. Canciones que escuchas y te invaden recuerdos, canciones que abrazarías, canciones que escupirías, canciones vetadas para el resto de nuestras vidas.
Tenemos de Rock, Pop, Reguetón, Techno, Rumba..., da igual, si suena el bajo o bajas 'despasito', si es romántica o desamor, si es Hardcore o de los 40 Principales, ellas son personas y son momentos, son un flash de tu vida cantada en tres minutos y cuarenta y siete segundos, lo que tarda en volver a arder alguna página del cuento.
Esas canciones no solo son canciones, nos teletransportan, nos meten en la máquina del tiempo. Canciones que trascienden y trastocan nuestra tranquilidad, canciones que espolean nuestra pasividad para ponernos a bailar como aquel día, canciones que tienes que pasar rápido para no llorar. Cantantes a los que cortarías la garganta para no volver a escuchar. Nuestra última opción de conectar con aquellas personas y esos momentos que dejaron huella.
Esas canciones no solo son canciones si, algún día, sin ser conscientes, casi sin querer, le otorgamos otro estatus y cobraron vida para siempre.
Hay canciones que son los labios de tu primer beso, el recuerdo de la chica de Sexto. Canciones que son el verano del 2008, la noche de juerga inolvidable o el 'repeat' en el coche cuando te acaban de dar la L.
Hay canciones que odias, que te sangra el oído y se te derrumba el mundo al escucharlas. Canciones que fueron pérdida o las gotas de lluvia de un domingo. Canciones de despedida y de arrancarte las uñas. Canciones que fueron despertador o aeropuerto, un país entero o el clímax en un concierto.
Hay canciones que han cobrado vida, que se han convertido en personas. Canciones que escuchas y te invaden recuerdos, canciones que abrazarías, canciones que escupirías, canciones vetadas para el resto de nuestras vidas.
Tenemos de Rock, Pop, Reguetón, Techno, Rumba..., da igual, si suena el bajo o bajas 'despasito', si es romántica o desamor, si es Hardcore o de los 40 Principales, ellas son personas y son momentos, son un flash de tu vida cantada en tres minutos y cuarenta y siete segundos, lo que tarda en volver a arder alguna página del cuento.
Esas canciones no solo son canciones, nos teletransportan, nos meten en la máquina del tiempo. Canciones que trascienden y trastocan nuestra tranquilidad, canciones que espolean nuestra pasividad para ponernos a bailar como aquel día, canciones que tienes que pasar rápido para no llorar. Cantantes a los que cortarías la garganta para no volver a escuchar. Nuestra última opción de conectar con aquellas personas y esos momentos que dejaron huella.
Esas canciones no solo son canciones si, algún día, sin ser conscientes, casi sin querer, le otorgamos otro estatus y cobraron vida para siempre.
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