29 mayo 2018

Leones y gacelas


Al final era verdad que no volvería. Se marchó y no volvió. Me quedé sin brazos y con el alma hecha trizas. Pero los valientes se descubren cuando toca soplar la niebla y lanzarse a los leones. Y más cuando desde el minuto uno frunces el ceño y aprietas los puños y los dientes, sabiendo que todos los trocitos los pegarás en tiempo récord, que esto sólo era para coger impulso, que era la retirada a tiempo en una batalla perdida, para ganar la guerra. Que la gacela volverá a ser león algún día.

Pobre del que no se vea en éstas alguna vez en la vida, el que no juegue y derrape, el que tenga las lágrimas bajo llave. Porque nunca serán leones, por miedo a que un día toque ser gacela.

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