26 mayo 2018

Mi cabezonería más siniestra

Yo quiero entrar ahí. Quiero entrar a ese lugar prohibido. Me como las uñas con ansia y me cabreo conmigo. Es lo que me llama, lo extraño y lo desconocido. Lo que me hace señales de humo al final de la colina, perturbándome con sus lágrimas de cocodrilo y amansando mi cordura con sus cantos de sirena. Y trato de correr como un niño curioso e insensato, con todas mis fuerzas puestas al servicio de mi alma aventurera, en la que no cabe el miedo, donde no hay preguntas, donde no se esperan respuestas. Es ahí donde disfruto, colgado de ese hilo tembloroso en el que me sujeto, donde agarro mis sueños con pinzas de cristal, donde reinan mis manías con mano dictatorial. 

Allí, es allí donde hay que ir, es allí donde me dirijo con la cabezonería más siniestra, salivando, completamente despeinado, los ojos inyectados en sangre y una risilla psicótica. Sabiendo que, aunque me vaya a estampar, da igual, allí voy yo.



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