Soy
un hater que quiere dejar de odiar.
Una cárcel ambulante que pasea sus demonios encerrados para que, el día menos
pensado, pueda dejarlos escapar.
A alguno lo despedí con tu ayuda, con un beso en la frente y un
"adiós" que incluso dolió. Sí, los demonios que me incomodan también
tienen su razón de ser. Gracias por permitir que los comprenda.
He ido en dirección contraria a mi ego desorientado, para ver qué ocurría. Y no
estuvo tan mal. Después volvimos juntos, son muchos años ya, y la fuerza de la
costumbre aprieta los pulmones hasta dejarme sin aire. Estuvo bien mientras
duró.
He correteado en cuarenta metros cuadrados.
Coqueteando con la locura.
Concatenando una prueba tras otra para decirme a mí mismo que sí podía.
Se me apagó la música. Y la luz. El ruido remitió de repente. Mi corazón dejó
de palpitar algún instante, el ruido se convirtió en sosiego. Mi estómago
desquiciado fantaseó con el silencio, convirtiendo desiertos en bosques
frondosos donde perderme gustosamente.
Inventé cuentos venidos de ningún lugar. Creé fantasías en tiempo real. Dibujé
mi sonrisa encima de un montón de chatarra. Me ilusioné con la nada, que,
últimamente, aun siendo nada, ya era mucho.
Me descubrí y exploré. Me descubrí como Magallanes descubrió Filipinas y
Shackleton exploró la Antártida. Con miedo, mucho miedo, pero la certeza
absoluta de que encontraría pura adrenalina con la que alimentarme.
Me sentí débil y tremendamente fuerte. Podía haber destruido ciudades enteras
con mi mente, y luego desvanecerme como un azucarillo en el café de mis
siniestras contradicciones.
Has traído a mi vida ojos con la fuerza de un volcán en erupción. Respiraciones
profundas que acaban en un "quiero repetir". Revoluciones de las que
ya nunca eres capaz de salir. Ni quieres.
Otros como tú me enseñaron a adorar al Sol y a la Luna, a embriagarme de
naturaleza, a sofisticar mi mundo con aire puro. Tú me has enseñado a desear
con todas mis fuerzas que vuelva un mundo sin miedo a los abrazos y con las
sonrisas desnudas.
También me has querido enseñar a no odiar tanto, a aceptar.
Para ser sincero, eso todavía no lo consigo del todo. Pero estoy en ello...
Este escrito es mi práctica.
Gracias.
Aquí mandan las letras. Sublevadas e irreverentes todas ellas, han tomado el control. Cuando se mezclan hablan mis tripas, descansan mis temblores y se desgañitan mis contradicciones. Se desnudarán sin censuras, tronarán sus pulsaciones y oscilarán sus biorritmos cambiantes. Ahí están… Agárrate que vienen poniendo las íes sobre los puntos.
31 diciembre 2020
Dos cero dos cero
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