31 diciembre 2020

Dos cero dos cero


Soy un hater que quiere dejar de odiar.

Una cárcel ambulante que pasea sus demonios encerrados para que, el día menos pensado, pueda dejarlos escapar.
A alguno lo despedí con tu ayuda, con un beso en la frente y un "adiós" que incluso dolió. Sí, los demonios que me incomodan también tienen su razón de ser. Gracias por permitir que los comprenda.

He ido en dirección contraria a mi ego desorientado, para ver qué ocurría. Y no estuvo tan mal. Después volvimos juntos, son muchos años ya, y la fuerza de la costumbre aprieta los pulmones hasta dejarme sin aire. Estuvo bien mientras duró.

He correteado en cuarenta metros cuadrados.
Coqueteando con la locura.
Concatenando una prueba tras otra para decirme a mí mismo que sí podía.

Se me apagó la música. Y la luz. El ruido remitió de repente. Mi corazón dejó de palpitar algún instante, el ruido se convirtió en sosiego. Mi estómago desquiciado fantaseó con el silencio, convirtiendo desiertos en bosques frondosos donde perderme gustosamente.

Inventé cuentos venidos de ningún lugar. Creé fantasías en tiempo real. Dibujé mi sonrisa encima de un montón de chatarra. Me ilusioné con la nada, que, últimamente, aun siendo nada, ya era mucho.

Me descubrí y exploré. Me descubrí como Magallanes descubrió Filipinas y Shackleton exploró la Antártida. Con miedo, mucho miedo, pero la certeza absoluta de que encontraría pura adrenalina con la que alimentarme.

Me sentí débil y tremendamente fuerte. Podía haber destruido ciudades enteras con mi mente, y luego desvanecerme como un azucarillo en el café de mis siniestras contradicciones.

Has traído a mi vida ojos con la fuerza de un volcán en erupción. Respiraciones profundas que acaban en un "quiero repetir". Revoluciones de las que ya nunca eres capaz de salir. Ni quieres.

Otros como tú me enseñaron a adorar al Sol y a la Luna, a embriagarme de naturaleza, a sofisticar mi mundo con aire puro. Tú me has enseñado a desear con todas mis fuerzas que vuelva un mundo sin miedo a los abrazos y con las sonrisas desnudas.

También me has querido enseñar a no odiar tanto, a aceptar.
Para ser sincero, eso todavía no lo consigo del todo. Pero estoy en ello...

Este escrito es mi práctica.

Gracias.

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