13 diciembre 2020

El destello que nos despierta

Iremos de nuevo a dar un paseo
por el lado oculto de la luna.
Y con la sensatez que nos caracteriza,
dinamitaremos los cimientos del mundo,
para embriagarnos al respirar ese polvo de colores brillantes que quede en suspensión.

Las calles palpitan.
Las calles sonríen.
Las calles enloquecen
al son de una música épica donde desbordan mágicas las gaitas,
los ojos despiertos de las caras inquietas danzan viendo más allá del horizonte su majestuoso destino asomarse con valentía.

En la ciudad, llegará un día, donde volverá a salir el sol.
Y las pieles reactivarán los pelos cansados de vivir en la Calle Melancolía.
Los caracoles correrán a por su trocito de fantasía, aunque tengan que subir a las cimas más altas y nadar en los océanos más vastos.
Los gatos negros agitarán sus cascabeles de colores en sintonía a la radiante sinfonía que envuelve el ambiente.
Las lombrices se alzarán como gigantes de hueso y músculo, capaces de superar su sensibilidad a la luz, dejando atrás la oscura tierra que habitan.

Cuando erradiquemos el silencio y callemos su ruido mortal, que atacaba con infinito estrépito a nuestros oídos distorsionados.
Entonces, volveremos a tener la oportunidad de ser, de existir.

En el último lugar del horizonte, se vislumbra aquello que un día nos perteneció.
Se puede ver a lo lejos, destellante, la letra "U", la inicial de aquella palabra de Galeano que se aleja a cada paso.

Lo que mantiene con vida la esperanza.
Son esos bocados a los caminos serpenteantes que se dirigen a los despertares sin alarmas, de café y cigarro, bañadas nuestras caras por esa luz radiante,
pura,
viva,
que nos anima a salir del agujero.

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