Toda
una vida intentando encajar, esforzándome en ser "normal". Como si el
concepto de normalidad fuera algo objetivo, con forma tangible y sonido
audible. Una normalidad que, todavía no sé por qué, ni lo sabré jamás, se formó
en mi yo infantil, creció en mi cerebro adolescente y cuajó hace relativamente
poco.
Llevo años de terapia autodestructiva, con el fin de acabar con esa versión
falsa de mí. Una corrección conseguida a punta de pistola, y también,
por qué no decirlo, por pura cabezonería.
En ocasiones, es tremendamente complicado escucharse con tanto ruido.
Pero, siento orgullo. Ser consciente del derribo de mi autoengaño. Ni lenta, ni
rápidamente. La explosión no va a ser controlada. Se está produciendo y punto.
Que deje las secuelas que sean necesarias...
Yo, mi bomba lapa.
Y algún día lograr entender el infinito que tengo dentro. Dejar de ser un
sucedáneo que se amolda para encajar y adaptarse. Tener aprobación y sentirse
como todo el mundo espera que me sienta.
Dejar de ser un mutilado emocional para comenzar a honrar mi singularidad.
Mi estómago, el grito de auxilio.
Mi sufrimiento, la voz de alarma.
El papel, la mecha encendida.
Ya no hay vuelta atrás.
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