22 noviembre 2019

No encuentro título


Son las 23:26. Acabo de meter en el microondas dos botes de arroz integral con chía, en un minuto está hecho, y me espera en la mesa, tras mi mirada perdida, la terrible elección entre una lata de pollo o de atún.

Podría ser el comienzo de una comedia americana horrible. Pero no, soy yo un día de mierda. El relato de un fracaso.

El cómo hacer las cosas mal y "arreglarlas" haciéndolas peor. Marcarme con el cuchillo en el brazo la palabra culpa. El repetirme una y otra vez que no, que no pasa nada, que yo hice todo lo que pude. El creerme y odiarme a la vez.

Sentirme por dentro gritar, declarar mi estómago zona catastrófica. Toca asumir que cada letra que voy escribiendo, suponga un golpe mortal en mi vulnerable yo de hoy.

Poco a poco ascenderé las escaleras, casi sin pisarlas, como un ente fantasmal. Sus cosas volvieron, del coche al armario. Predicciones de una debacle anunciada.

Y vuelvo a estar en la cama, con sueño, pero sin poder dormir. Amigo íntimo de unos demonios malcarados que me exprimen y me arruinan.

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