Aquí mandan las letras. Sublevadas e irreverentes todas ellas, han tomado el control. Cuando se mezclan hablan mis tripas, descansan mis temblores y se desgañitan mis contradicciones. Se desnudarán sin censuras, tronarán sus pulsaciones y oscilarán sus biorritmos cambiantes. Ahí están… Agárrate que vienen poniendo las íes sobre los puntos.
29 mayo 2018
Leones y gacelas
Al final era verdad que no volvería. Se marchó y no volvió. Me quedé sin brazos y con el alma hecha trizas. Pero los valientes se descubren cuando toca soplar la niebla y lanzarse a los leones. Y más cuando desde el minuto uno frunces el ceño y aprietas los puños y los dientes, sabiendo que todos los trocitos los pegarás en tiempo récord, que esto sólo era para coger impulso, que era la retirada a tiempo en una batalla perdida, para ganar la guerra. Que la gacela volverá a ser león algún día.
Pobre del que no se vea en éstas alguna vez en la vida, el que no juegue y derrape, el que tenga las lágrimas bajo llave. Porque nunca serán leones, por miedo a que un día toque ser gacela.
26 mayo 2018
Mi cabezonería más siniestra
Yo
quiero entrar ahí. Quiero entrar a ese lugar prohibido. Me como las uñas con
ansia y me cabreo conmigo. Es lo que me llama, lo extraño y lo desconocido. Lo
que me hace señales de humo al final de la colina, perturbándome con sus
lágrimas de cocodrilo y amansando mi cordura con sus cantos de sirena. Y trato
de correr como un niño curioso e insensato, con todas mis fuerzas puestas al
servicio de mi alma aventurera, en la que no cabe el miedo, donde no hay
preguntas, donde no se esperan respuestas. Es ahí donde disfruto, colgado de
ese hilo tembloroso en el que me sujeto, donde agarro mis sueños con pinzas de
cristal, donde reinan mis manías con mano dictatorial.
Allí, es allí donde hay que ir, es allí donde me dirijo con la cabezonería más siniestra, salivando, completamente despeinado, los ojos inyectados en sangre y una risilla psicótica. Sabiendo que, aunque me vaya a estampar, da igual, allí voy yo.
Allí, es allí donde hay que ir, es allí donde me dirijo con la cabezonería más siniestra, salivando, completamente despeinado, los ojos inyectados en sangre y una risilla psicótica. Sabiendo que, aunque me vaya a estampar, da igual, allí voy yo.
10 mayo 2018
Sin nombres
De
pronto nos cruzamos, primero nuestros ojos, después nosotros, y giramos el
cuello casi 180 grados, como si no hubiéramos comido en días, como si fuéramos
dos lobos hambrientos y los colmillos pidieran guerra.
Estábamos condenados. Por una vez pensé que el destino había trabajado duro para ponernos uno enfrente del otro, sin que pudiéramos hacer nada por esquivarnos.
La música terminó y las luces de colores intermitentes se apagaron al instante. Fue como tener la certeza absoluta de que sin buscarte ibas a aparecer de nuevo. Ya había leído en esos ojos azules todo lo que necesitaba saber, sin mediar palabra ya me habías susurrado al oído, y yo ya te había gritado vuelve, con toda la fuerza que podía transmitir mirándote fijamente. Podíamos oler la sangre.
Inexplicablemente nos entendíamos sin hablar, o eso dirían los que solo hablan moviendo los labios y la lengua, los pobres que no entienden más lenguajes.
Ahí tuve más fe que nunca, éramos el equipo de salvamento, y sin saberlo habíamos sido enviados a sofocar nuestras penas. No sé por quién, ni por qué, pero me importa poco.
Fuimos refugio en medio de una tempestad, fuimos naranjas enteras, sin mitad, fuimos naranja mecánica a punto de estallar, fuimos la volea de Van Basten y la exhibición de Johan Cruyff en su único mundial.
Estuvimos cerca estando tan lejos, estuvimos al borde del abismo, sin cordura y con toda la pasión que nos quedaba. Tu cabeza sobre mi hombro, mi nariz merodeando el piercing de tu ombligo. Éramos la reconstrucción de Rotterdam en tiempo récord. El barrio más rojo que nunca. Éramos diques y sobrevivimos bajo el nivel del mar. Éramos todo eso, sin necesidad de nombres, sin necesidad de hablar.
Y cuando todo estaba patas arriba nos despedimos, de una forma tan extraña, tan sin cadenas, tan mágica, tan lo que fue toda la noche... que se nos olvidó preguntarnos el nombre.
Estábamos condenados. Por una vez pensé que el destino había trabajado duro para ponernos uno enfrente del otro, sin que pudiéramos hacer nada por esquivarnos.
La música terminó y las luces de colores intermitentes se apagaron al instante. Fue como tener la certeza absoluta de que sin buscarte ibas a aparecer de nuevo. Ya había leído en esos ojos azules todo lo que necesitaba saber, sin mediar palabra ya me habías susurrado al oído, y yo ya te había gritado vuelve, con toda la fuerza que podía transmitir mirándote fijamente. Podíamos oler la sangre.
Inexplicablemente nos entendíamos sin hablar, o eso dirían los que solo hablan moviendo los labios y la lengua, los pobres que no entienden más lenguajes.
Ahí tuve más fe que nunca, éramos el equipo de salvamento, y sin saberlo habíamos sido enviados a sofocar nuestras penas. No sé por quién, ni por qué, pero me importa poco.
Fuimos refugio en medio de una tempestad, fuimos naranjas enteras, sin mitad, fuimos naranja mecánica a punto de estallar, fuimos la volea de Van Basten y la exhibición de Johan Cruyff en su único mundial.
Estuvimos cerca estando tan lejos, estuvimos al borde del abismo, sin cordura y con toda la pasión que nos quedaba. Tu cabeza sobre mi hombro, mi nariz merodeando el piercing de tu ombligo. Éramos la reconstrucción de Rotterdam en tiempo récord. El barrio más rojo que nunca. Éramos diques y sobrevivimos bajo el nivel del mar. Éramos todo eso, sin necesidad de nombres, sin necesidad de hablar.
Y cuando todo estaba patas arriba nos despedimos, de una forma tan extraña, tan sin cadenas, tan mágica, tan lo que fue toda la noche... que se nos olvidó preguntarnos el nombre.
08 mayo 2018
Nuestro ser de luz preferido
Nada de
reina, con permiso expreso de Freddie Mercury.
Nunca
princesa, en la república socialista, ecologista y feminista de tu casa.
Reencarnación
de las brujas que ardieron en la hoguera.
Enseñas
con valores, no con libros.
A
diferencia de David Bowie, tú has podido ser heroína todos los días.
Luchadora
incansable, de principios inquebrantables, de las personas que mueven el mundo,
de las que lo hacen girar con algo de sentido, haciéndolo un poquito más
habitable.
Quien
te conozca sabe que lo que está leyendo no es una mirada subjetiva, es tan real
como tus rizos y tus ojos de tu color preferido.
Nuestra primera palabra, nuestro cuentacuentos particular, la principal fuente de aprendizaje y el pilar indestructible. Sin duda, nuestro ejemplo a seguir.
01 mayo 2018
Escribir no es de cobardes
Qué
bonita sensación
poder decir lo que quiera,
qué bonita inspiración
cuando saco cosas fuera.
poder decir lo que quiera,
qué bonita inspiración
cuando saco cosas fuera.
Aquí puedo fabricar un mundo libre a mi antojo,
sin necesidad de mirar de reojo.
Aquí viven las letras valientes,
las encargadas de crear palabras sin miedo.
Aquí me conozco y me reconozco,
descubro casi todas mis manías,
cambio el chip y hago clic,
aquí me como mis mentiras indigestas,
aquí me autoconvenzo,
aquí, escribiendo, me subo a la lanzadera,
para no volver jamás.
Expresando rabia en el papel,
plasmando sentimientos en tropel,
quedando siempre reflejado
cualquier pensamiento atrapado.
Aquí el rey perdió la corona,
el alfil da volteretas,
los caballos tienen alas
y mandan los peones,
armados con metralletas.
Aquí no me da miedo hablar,
no hay miedo escénico que soportar,
ni ridículo que pueda hacer,
ni miedo al qué dirán.
Tan solo yo, mi papel
y un lápiz al cual explotar.
Porque expreso mejor mis inquietudes,
preocupaciones y pasiones,
porque aquí nadie me ve
y no temo tartamudear.
Porque ni siquiera debo convencer
a nadie que no quiera escuchar.
Aquí mis miedos son libres,
no los tengo que callar.
Aquí mi excitación es libre,
no me voy a avergonzar.
Aquí tengo vía libre
para sacar todo el arsenal.
Qué gran pasatiempo
y reordenamiento mental,
me da este lápiz viejo
que aprieto hasta chirriar.
Me quito el disfraz de piel,
escarbo en la profundidad,
sacando de mis entrañas mi yo,
pero el de verdad.
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