Te has
portado muy bien conmigo.
Empecé
sumergido en la mierda y acabo en éxtasis total,
en
catarsis de felicidad desmedida.
Lo puedo
ver, lo puedo oír, lo huelo, lo toco y lo siento.
He
llorado, a veces por fuera y mucho por dentro.
He
reído hasta partirme la comisura de los labios.
He
sentido bueno, malo y amargo.
He
corrido cuando no podía más.
He
saltado y tocado el cielo con la punta de los dedos.
Me he
dejado perder cuando me ha dado la gana,
o
simplemente cuando lo necesitaba.
Me he
mimado con cuidado
y he
sido el egoísta que nunca me permití ser.
He
besado sin pensarlo,
en
ocasiones he mordido.
He
perdido la cuenta de los abrazos que di,
pero
todavía siento los que traspasaron la piel y tocaron el alma.
He
aprendido cosas increíbles
y
desaprendido algunas que escocían.
He
tirado la mochila llena de piedras que me impedía caminar.
Ahora
voy ligero y erguido y planto cara a los miedos.
He
llegado a la meta, he vuelto a empezar y he vuelto a llegar.
Me he
caído un par de veces y me levanté tres.
He
redescubierto a personas necesarias,
insustituibles
en mi vida, a las que puse el cartel de ‘’no tocar’’.
Me he
visto feo, guapo y también invencible.
He crecido
en tantos aspectos de mi vida que nombrar uno sería una imperdonable
injusticia.
He
reconstruido mi mundo en tiempo récord y el año que viene lo voy a defender con
el cuchillo entre los dientes y una sonrisa de enero a diciembre.
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