23 abril 2017

Mañana ya será otro día



Vamos al cielo directo y sin escalas.
Vamos deprisa y con un ansia desmedida,
pisando el acelerador sin evitar el retroceso de nuestras rígidas espaldas.

Sin mirar hacia atrás por si nos persigue la responsabilidad,
sin parpadear por si nos perdemos lo mejor del viaje,
sin pensar las consecuencias de este delirio transitorio,
sin importar si el cielo estará negro o negro oscuro,
si quemará al acercarnos peligrosamente al sol o simplemente estaremos más calentitos.

No cogimos nada para el camino
por si lo olvidamos en medio de la locura y el desvarío,
o nos lo roba la luna traicionera.
Creemos que somos sus amigos, pero no me fío nada de ella.

Sudamos la intensidad del momento
y situamos a la rutina enfrente del pelotón de fusilamiento.
Respiramos con dificultad y sufrimos mal de altura,
¿pero qué podría salir mal si nos cuidan todas las estrellas?

Nos abrazamos al descontrol,
descontrolamos a nuestro triste cuerpo atrofiado,
pero él hoy no se va a enfadar,
solo sonríe sin razón, o sin razón aparente al menos,
razonamos sin mucho sentido,
dejemos que perdernos un rato le dé sentido a todo esto.

¿Y mañana?

Mañana ya será otro día…


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