Cada noche escondía el pasado en un whisky con hielo, una y
otra vez. Perdido y sin razón de ser, no le quedaba ya nada por perder, ni
vidas por gastar.
Encontrando espejismo de libertad en cualquier bar,
mendigando compañía barata en cualquier esquina, y en cualquier esquina
despertaba moribundo y sin recuerdo.
Hacía meses que no era dueño de sus días, simplemente cada
día se convirtió en uno menos de la siniestra y esperada cuenta atrás. Desde
aquel instante su reloj gira al revés y pedalea hacia atrás.
Ansía desbloquear la angustia. Hastía lo que pudiera quedar.
Anhela morder el asfalto una noche más.
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