https://www.nationalgeographic.com.es/animales/tiburones
Conspirando
contra mí mismo en una terraza con vistas a una línea ondeante azul.
Café o somníferos, esa es la cuestión.
Si me descuido me destapo los pies, pero es que en el cuello paso tanto frío,
tanto miedo, que las arcadas se me pasan un poquito si lo tapo con cuidado.
Aunque mis pies se pongan algo tristes, cruelmente, ellos no me necesitan
tanto.
Soy muy conservador protegiendo mis puntos débiles. Y muy atrevido (y
contestatario) cuando alcanzo mi periodo de retorno. Es entonces cuando me abro
el pecho en canal, y de lo más profundo de mis temores surge fulgurante un
tiburón asesino que devora los monstruitos que me inquietaban por las noches.
Aunque a veces me raspe la piel un poco con sus machetes blancos entre tanto
alboroto. La sangre lo cubre todo y los tiburones no ven extremadamente bien.
Él lo hace por mí, aunque me deje destrozado.
A veces me pregunto si debería controlar al tiburón que aparece de vez en
cuando o a los monstruitos que merodean todos los días.
De momento, tiritas y tiburón perdonado.