16 septiembre 2020

Tiburón y tiritas

 

https://www.nationalgeographic.com.es/animales/tiburones

Conspirando contra mí mismo en una terraza con vistas a una línea ondeante azul.

Café o somníferos, esa es la cuestión.

Si me descuido me destapo los pies, pero es que en el cuello paso tanto frío, tanto miedo, que las arcadas se me pasan un poquito si lo tapo con cuidado. Aunque mis pies se pongan algo tristes, cruelmente, ellos no me necesitan tanto.

Soy muy conservador protegiendo mis puntos débiles. Y muy atrevido (y contestatario) cuando alcanzo mi periodo de retorno. Es entonces cuando me abro el pecho en canal, y de lo más profundo de mis temores surge fulgurante un tiburón asesino que devora los monstruitos que me inquietaban por las noches. Aunque a veces me raspe la piel un poco con sus machetes blancos entre tanto alboroto. La sangre lo cubre todo y los tiburones no ven extremadamente bien.

Él lo hace por mí, aunque me deje destrozado.

A veces me pregunto si debería controlar al tiburón que aparece de vez en cuando o a los monstruitos que merodean todos los días.

De momento, tiritas y tiburón perdonado.

 

13 septiembre 2020

Nos quisimos bien

Ya no nos tenemos metidos en la sien,
a veces nos olvidamos de quién es quién,
pero el éxito está en que nos quisimos bien.

Hace tiempo que nuestras cabezas dejaron de ser hogar. Y reconozco que costó mucho asimilar que vivíamos de alquiler.
Ahora sé, con toda seguridad, que comprar casa, cuando se trata de los pensamientos que residen en un "alguien", es una absoluta gilipollez. Son tiempos de vivir de alquiler.

Y tras todos estos años, en los que aprendí a hacerme la maleta en diez minutos y cambiar de casa. También desaprendí a vivir en zulos oscuros llenos de humedad y colchones desgastados. Incluso me deshice, a ratos, de la manía que había adquirido de tumbarme en los suelos más fríos que encontraba. Uno, en ocasiones, se vuelve exigente, si se trata de elegir en qué cabeza meterse.

Y aun así, después de tanto que cerramos la puerta a cal y canto, vuelves, de vez en cuando, a algún recoveco de mi piso de cuarenta metros, desbaratado y por barrer.

Como si no acabara de soltarte. Como si todavía me costara horrores permitir al resto compartir mis sesos, después de haberlos vivido y perforado tú.

Luego se me pasa. Y te dejo un rato en algún lugar de mi encéfalo. Sonrío un poco mientras observo y manoseo ese pensamiento.

Ya no nos tenemos en la sien, pero ¡qué más da!, si nos quisimos tan bien.

 

10 septiembre 2020

Dime qué se siente


Dime qué se siente al reconocerte.
Encontrar el significado real
de cada una de las palabras.
La gloria y la miseria
en el mismo saco roto,
mezclados con mis dudas
más macabras.

Dime dónde se encuentra el horizonte,
el principio y el final,
las letras apropiadas
que reten
a este cataclismo existencial.

Dime qué se siente,
el parpadeo de la gente,
los gestos y aleteos
de todas esas mentes.
Colosales
extrañas
miedosas
indescifrables
mágicas
brillantes...

Dime dónde encontrar las respuestas,
si renuncié a un camino de rosas.
Si mis pies no dejan huella
y tengo las manos rotas.

Juzgarme la vida
tras mis ojos arrogantes.
El asedio que se fragua
entre mis dedos beligerantes.

Huracanes y tormentas
poniendo en entredicho la resistencia de mis huesos.
Y ahí adentro,
en lo más profundo del tuétano,
es donde escucho el rumor.
De mí,
aún,
me hallo
tremendamente lejos...

Lágrimas y sangre,
siento que las quiero todas para mí.
Enséñame a ver los colores,
todavía
tengo esperanzas en ti.