Permíteme
que ahorque las palabras
mientras me quemo la piel
a 400°C de tinta en ebullición.
Permíteme que vomite bilis negra,
es lo único que queda
Que eche mis huesos a los perros.
Que el último grito sea el más sincero.
Deja que traduzca la luna en este instante,
donde las estrellas se entremezclan con mis deseos imposibles.
Con las locuras inconfesables de este corazón de polvo oscuro.
Deja que hable con mis normas infringidas.
Con mis miradas perdidas entre el ruido.
Con mis nobles intenciones quedando en palabras incomprendidas.
Permite que me mire tras el folio.
Que me irrite con mis demonios.
Que maltrate los sueños en este ataúd de oro.
Deja que me trague mis cuchillos en mi escaparate destructivo.
En este banquete insostenible,
donde los tigres
tienen hambre.
Permite que me hiera muy adentro.
Que me reconozca en lo más profundo,
Déjame ser yo por un rato.
Una mezcla diabólica y preciosa.
La perfección en estado de descomposición,
en lo que duran mis dedos en mostrar mis luces y,
también,
en escupir mi oscuridad.
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