26 agosto 2020

Desescalada


Quizás se me fue de las manos.

Y sigo preso de mis vicios.

Mientras siento que se nos acabó el amor antes de usarlo. Y más o menos eso es lo que pasa cuando echas de menos algo que nunca fue.

Cometí el error de confiarme a ti. Olvidando que nuestras cabezas acobardadas todavía tenían algo que decir.

Y tal vez, el momento era, todavía, demasiado pronto.

Me ha tocado improvisar la desescalada, pero sin intención alguna de provocar un rebrote.

Como un rastrojo que vive con el miedo de arder fácil en verano,
viendo esconderse al sol, poco a poco, cada vez más lejos.

 

22 agosto 2020

Nos enamoramos de espejismos

[No tengo ni idea de si esto que escribí el 19/02/20 tiene algo de sentido. Pero ese día, por algún motivo que desconozco, lo vi muy claro. Igual acababa de leerme algún artículo de "todo lo que tienes que saber sobre el enamoramiento", o "7 claves para enamorarse de la persona adecuada", o venía frustrado con alguna camiseta que había encogido tras un mal lavado, o quizás algún trauma que decidió reaparecer transitoriamente aquel día...
A lo mejor, la definición o etiqueta que cada uno le pone a las palabras es cambiante y 5 meses después el enamoramiento y el querer es lo contrario a lo que era en ese momento. No importa...]



Nos enamoramos de espejismos.

No nos enamoramos de personas, nos enamoramos de unas características, físicas o mentales, que proyectamos de nosotros mismos. Moldeamos una ilusión a nuestro gusto y nos empeñamos en poseerla. Podemos decir que nuestra mente se fabrica una camiseta a medida.

Respondemos ante un ideal que nace del miedo, de las experiencias pasadas, de las creencias sociales en las que nos movemos, de las carencias que deseamos resolver.

El enamoramiento viene de la mano de una obsesión, del descontrol, del ansia y las ganas, de lo absurdo.

Lo demás es querer. Y el querer a alguien es tiempo, es confianza, es paciencia, es no necesitar, es libertad y es tranquilidad.

Nada que ver con enamorarse.

15 agosto 2020

Permiso concedido

Permíteme que ahorque las palabras
mientras me quemo la piel
a 400°C de tinta en ebullición.

Permíteme que vomite bilis negra,
es lo único que queda

en mi estómago desquiciado.
Que eche mis huesos a los perros.
Que el último grito sea el más sincero.

Deja que traduzca la luna en este instante,
donde las estrellas se entremezclan con mis deseos imposibles.
Con las locuras inconfesables de este corazón de polvo oscuro.

Deja que hable con mis normas infringidas.
Con mis miradas perdidas entre el ruido.
Con mis nobles intenciones quedando en palabras incomprendidas.

Permite que me mire tras el folio.
Que me irrite con mis demonios.
Que maltrate los sueños en este ataúd de oro.

Deja que me trague mis cuchillos en mi escaparate destructivo.
En este banquete insostenible,
donde los tigres
tienen hambre.

Permite que me hiera muy adentro.
Que me reconozca en lo más profundo,

donde nacen las lágrimas y yacen mis miedos.


Déjame ser yo por un rato.
Una mezcla diabólica y preciosa.
La perfección en estado de descomposición,
en lo que duran mis dedos en mostrar mis luces y,
también,
en escupir mi oscuridad.