No es
que te eche de menos.
Es el ego subiendo por mi espalda.
Y me cuesta aceptar otro fracaso.
Aparece, por un momento, la necesidad de hacerte objeto de mi propia
frustración.
Porque como le gusta a nuestro ser egoísta, mejor echarle la culpa a lo de
afuera de nuestras batallas perdidas. Aunque nadie nos haya declarado la
guerra.
Confundo mi orgullo con el dolor causado por mis propios miedos, mordisqueando
mi dignidad malherida.
Y es que resulta tremendamente placentero ponerle nombre y apellidos de otras
personas a nuestros traumas pasados.
Y cuando me doy cuenta de ello, es cuando fluyo, cuando dejo ir, cuando acepto.
Cuando callo a mi parte rabiosa, llena de ira y odio, construida, como un
castillo fortificado, contra la invasión de mis fantasmas.
Yo me cuido.
Yo me salvo.
Aquí mandan las letras. Sublevadas e irreverentes todas ellas, han tomado el control. Cuando se mezclan hablan mis tripas, descansan mis temblores y se desgañitan mis contradicciones. Se desnudarán sin censuras, tronarán sus pulsaciones y oscilarán sus biorritmos cambiantes. Ahí están… Agárrate que vienen poniendo las íes sobre los puntos.
22 julio 2020
El ego subiendo por mi espalda
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario