Tenía la piel blanca
como la nieve, labios rojos como la sangre y el cabello negro como alas de
cuervo. Era la más bella del reino. Se lo decía el reflejo de los cristales de
los escaparates cuando andaba por la acera. Lo sabía, y con toda la humildad
del mundo lo gritaba en Instagram. Más de 4.000 seguidores, algo que no podía
soportar su malvada madrastra y reina del vasto reino, que solo tenía 3.400
followers, contando bots. Se sucedieron los insultos y el acoso a través de las
redes. Ella no entendía nada, ¿Qué culpa tenía de que no necesitara filtros
para salir tan estupenda?
Un día, obligada por la crisis y por la envidia sin medida de la cruel reina, tuvo que marcharse lejos. Emigró, pero no le importó mucho alejarse del reino, era republicana y también un poco aventurera. Vivió felizmente en una casita en el bosque durante años. Allí no había wifi y vivía con sus 7 acompañantes exiliados. Plantaban tomates y tenían 12 gallinas, se arremangaba todas las mañanas y su piel se fue haciendo morena sin necesidad de sesiones de rayos uva, ¡hasta le salieron callos en las manos y se le rompían las uñas!
No necesitaba a nadie
que le dijera qué podía o debía hacer.
Se comía las manzanas
que quería y nunca se quedó dormida.
Discutía y se abrazaba
con sus compañeros de aventuras, eran familia, eran iguales.
Nadie tenía que
salvarla.
Nadie tenía que
protegerla.
Ella no era estúpida ni
necesitaba tutela.
Tampoco un príncipe que
le despertara.
Ella es independiente,
ella elige, ella manda sobre ella.
Y colorín colorado, este cuento se ha transformado...
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