Me
desdibujo.
Me
acaricio las arterias
y
toco con ellas el acorde perdido.
Corro
al bosque como un niño,
lloriqueando,
intentando
engañar al destino.
Y
las hojas secas crujen a mis pasos,
y
las bestias gruñen, aúllan y rugen,
retumbando
en los huesos,
en
el vacío,
en
las oscuras catacumbas de mi sino podrido.
Y
agacho las orejas, la cabeza y la mirada,
agacho
los sueños y los congelo.
Me
doy de bruces con la realidad quisquillosa.
Y
de repente, me convierto en caricatura grotesca,
contra
todo pronóstico,
con
el cuerpo hecho un asco
y
el alma,
que
te voy a contar del alma...
se
quedó difuminada entre la niebla espesa.
Desde
entonces me entorpece,
me
pesa,
y
me cuesta llevarla a cuestas.
Y
ahora me paso las horas gateando buscando trocitos de mí
y
soplando humo.
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