06 enero 2022

La rabia de la curvatura de mis cejas

De repente, el frío se ha hecho fuerte dentro de mis huesos, congelando el tuétano que dormía tranquilo debajo de su manta blanca.

El tiempo, con gran impertinencia, se ha parado en seco. Un instante convertido en una condena infinita difícil de digerir por un estómago maltratado de tanto comer mierda.

Mi cuerpo tiembla, es su forma de gritar su desespero en medio de esta catatonia incontrolable.

Como si acabara de entender, horas después, lo que mi cabeza ya sabía.
Negación.
El mirar hacia otro lado, como si la historia no fuera conmigo, al menos con mi físico.

Hacerse cargo de la responsabilidad de servirme para ejecutar las pautas que mi cerebro le ordena ha sido una injusticia histórica para mi cuerpo fatigado.

El viento en contra, y yo maquinando cómo sortear la deriva a la que me veo abocado tras este devastador naufragio.

No había isla más allá del horizonte.
Y a mis brazos lánguidos y tristes, ahora mismo, se les va a hacer muy cuesta arriba el crol.

Un lamento sobresale al resto.
Cuanto más escribo más crece la rabia instaurada por Decreto Ley en la curvatura de mis cejas.

Por favor, paremos ya este acribillamiento a tumba abierta.

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