15 enero 2022

Mi dosis diaria de oscuridad

 

En ocasiones estoy bien.

Demasiado bien.

Y eso, en mi cabeza retorcida, no puede ser.

 

Vuelvo a mi guarida a gestar el plan para aullar durante toda la noche sin despertar a la luna y las estrellas.

Como un condenado a muerte, escucho esas canciones que tanto me destruían por dentro. Me ensaño con ellas.

Yonqui de la oscuridad,

me abalanzo a los brazos del vacío sin pensarlo.

 

Atrapado en mi propia película de Trainspotting.

Dame un pico más de ese dolor de estómago,

un gramo de moribunda mirada perdida,

un trago de esa pócima de magia negra que llevan los recuerdos hechos injerto,

un poquito más de drama encerrado en mi vulgar cataclismo, inexistente fuera.

 

Mi locurita y yo.

Amor y odio eterno.

 

Nacimos juntos y de la mano nos iremos.

 

Ni yo mismo le sigo el ritmo a mi mente raquítica y enclenque.

Héroe de guerra condecorado en mi patraña gigantesca.

 

Contra todos

Contra nadie.

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