Quise
encontrar la salvación del mundo en un atardecer con timbales mágicos de fondo.
En una sonrisa mañanera
de las que generan que se escriban historias brillantes,
de las que construyen ilusiones,
destellos de los sueños más potentes.
Quise creer en Dios, en cualquiera, pero no me sale bien.
De verdad, me esforcé en pensar que el amor existe.
Pero en mi estómago únicamente residen escarabajos negros,
el alboroto de mariposas se me resiste.
Pongo toda la energía que albergo en mi cuerpo sombrío.
Pero en este caos ardiendo, solo encuentro frío.
Pierdo el control de mis emociones edulcoradas con flores,
las que provocan disturbios en mi corta gama de colores.
La fantasía se me escurre de las manos y se tambalea mi delicada calma.
Y yo ya estoy harto de preguntarle al mar y no encontrar una respuesta que
satisfaga a mis 21 gramos de alma.
A veces, simplemente me conformo con que te quedes un rato más conmigo.
Soy tan pequeño y el océano tan grande, que sólo necesito una canción de
abrigo.
Creer en algo, confiar en alguien, dejarlo todo a merced de un destino.
La realidad es que el mundo también está perdido y vagamos en el vacío.
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