06 julio 2019

Permitámonos no ser perfectos



Soy perfecto.

Sí, tal cual, como suena.

Yo, que convivo con la perfección del que a veces le entra un agobio extraño en el estómago y un asqueo en la garganta de estar rodeado de tanta gente.

Yo, que me he cagado en Dios tantas veces como plegarias rezando por un meteorito.

Yo, que he sido despreciable con quien menos lo merecía. Ese cerdo que tanto hubiera odiado y luego la culpa me apretaba el cuello. He estado demasiado ocupado para ti. Me he enfadado sin razón y demasiadas veces he pedido perdón.

Me fui, lejos, para volver, pero tarde, muy tarde. Tampoco llamé más. Desaparecí en ocasiones, en otras huí.

Tuve miedo. Miedo al fracaso, miedo escénico, miedo a hacer el ridículo, miedo a no ser lo que se esperaba, a no cumplir las expectativas. Tuve miedo al abandono, a que me rompan en dos y miedo atroz a poder hacerlo yo. Miedo a las alturas, a la oscuridad, a la muerte y a quedarme solo.

También me pasé de valiente y mentí, mentí diciendo que podía. Hacerme el héroe siempre se me ha dado bastante bien. Creer que eres Superman y quedarte en calzoncillos si pierdes la capa.

Me he muerto de vergüenza y estoy seguro que, alguna vez, de mi nariz asomaba un moco. Reconozco que he tenido gatillazos, me han dado "Left" en Tinder y a veces me huele el sobaco. Ah, y llevo barba porque si me afeito la cara se me enrojece.

Confieso. Confieso que se me ha calado el coche, que he tropezado andando por la calle y he mirado alrededor, por si alguien había observado el momento glorioso.

Lo siento, no me acuerdo de los aniversarios, ni de las fechas importantes, y los cumpleaños me los recuerda Facebook.

Demasiadas veces he vivido con "cejitas". Cuánto me quería quien osaba dirigirme la mirada. Los que me conocen bien, ya saben cuándo pasar de mí, cuándo dejarme en paz. Cuándo se me va de las manos y desearía destriparme.

Me he aguantado tantas lágrimas, que se me olvidó hasta llorar. Me he guardado tantas cosas, que exploté sin pestañear, sin avisar, sin controlar.

No he dicho "te quieros" sintiéndolos y he dicho algún "yo también" que no iba a ningún lado. He intentado aparentar lo que no era, aunque casi siempre lo hice fatal. Me arrepentí de lo que dije, y muchas más de lo que no supe expresar.

También he tenido la necesidad imperiosa de verme guapo y, al pasar, me suelo mirar en los espejos de los escaparates. Aunque, en ocasiones, el reflejo no me devuelve a nadie.

He querido lo que no tenía y viceversa. He echado de menos y también de más. He sentido envidia, avaricia, pereza y alguno más.

Hice lo que no querría que me hicieran.
He decepcionado, incluso a mí mismo.

Y me temo que así seguiré, portando y soportando mi grata perfección.


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