22 diciembre 2019

La erupción de nuestras ganas


Atrapado. Me encuentro esposado con tu tanga. Me gusta. Sufro el síndrome de Estocolmo, secuestrado en esta habitación cerrada.

Los latidos de nuestro corazón van a despertar a todos los vecinos. Estoy eufórico, como si fueras cocaína y cada beso que te doy fueran mis rayas.

Fuego. Siento fuego. Y yo solo quiero que sigas rozándote conmigo, que me arranques el botón de la camisa, que me hinques el diente en el pecho, que provoquemos un huracán en el otro hemisferio.

Que nos miremos bizcos mientras se saludan nuestras narices.
Jugar a ser canalla aprovechando el camuflaje de apagar la luz.
Perderme en la inmensidad de tus ojos oscuros, si los abres mientras me respiras fuerte en la cara.

Acabar de comernos la piel.
Acabar a martillazos con todos los fantasmas que nos molestaban.
Acabar fundidos en el calor de nuestros cuerpos ardientes.
Que no se acabe nunca este momento.
Se me ha olvidado lo que hay fuera,
sólo quiero que me arañes la espalda, aunque dejes marca.

Abrazarnos como si fuera el último, aun sabiendo que habrá más.
Confiarnos las caricias y las cosquillas, esas que no se regalan tan fácil.

Relajarnos...
y dejarnos llevar por este río de lava, expulsada por la erupción de nuestras ganas.

22 noviembre 2019

No encuentro título


Son las 23:26. Acabo de meter en el microondas dos botes de arroz integral con chía, en un minuto está hecho, y me espera en la mesa, tras mi mirada perdida, la terrible elección entre una lata de pollo o de atún.

Podría ser el comienzo de una comedia americana horrible. Pero no, soy yo un día de mierda. El relato de un fracaso.

El cómo hacer las cosas mal y "arreglarlas" haciéndolas peor. Marcarme con el cuchillo en el brazo la palabra culpa. El repetirme una y otra vez que no, que no pasa nada, que yo hice todo lo que pude. El creerme y odiarme a la vez.

Sentirme por dentro gritar, declarar mi estómago zona catastrófica. Toca asumir que cada letra que voy escribiendo, suponga un golpe mortal en mi vulnerable yo de hoy.

Poco a poco ascenderé las escaleras, casi sin pisarlas, como un ente fantasmal. Sus cosas volvieron, del coche al armario. Predicciones de una debacle anunciada.

Y vuelvo a estar en la cama, con sueño, pero sin poder dormir. Amigo íntimo de unos demonios malcarados que me exprimen y me arruinan.

17 noviembre 2019

Mi color favorito

Siempre lo tuve claro. Mi color era el verde. No recuerdo el momento, ni la primera vez que decidí que éste iba a ser mi color favorito. Supongo que era muy pequeño y atraído no sé muy bien por qué, cuando me preguntaron, elegí verde.

Al tratar de pensarlo, intentando meterme en la piel de mi yo de 3 o 4 años, intenté buscar un porqué, amenazado por un empuje circunstancial de ciertos colores, que en ocasiones ponían en jaque al verde en mi escala de colores.

Puede ser que los árboles, los bosques, las plantas, tengan algo que ver. Al final, el verde es un color que, aparte de esperanza (esto no sé muy bien por qué es...), evoca vida. Para mí el verde es montaña, libertad, naturaleza, es diferente a todos. Quizás, el color de mis ojos era suficiente motivo para decantarme por él, y punto. O tal vez, no haya ningún motivo.

El caso es que me he visto en momentos puntuales de mi vida, atraído con una fuerza salvaje por otros colores, casi incontrolable.

El azul, que lo cubre todo, el cielo, el mar, los colores que reflejan en la playa. Uf, ¡madre mía!, qué poderoso es el azul...

El amarillo, el color del sol. Me quedaría mirando al sol horas y horas hasta que se derritieran mis putos ojos verdes.

¿De dónde iba a venir el verde, sino de la magistral mezcla del azul y el amarillo?

Bueno, ¿y qué decir del rojo? Con el rojo tengo un amor-odio especial, es un color llamativo, para mí el que más. Relacionado con el amor, asesinatos, el vicio, el socialismo, es el color de la sangre y de la revolución, de la pasión. El morbo hecho color. Y a la par, me da mucha rabia el rojo, es un color que a veces detesto, me da la impresión de que va de listillo por la vida. Pero joder, ha visto tantas cosas el rojo, ha estado presente en tantas cosas prohibidas. Me quedaría horas escuchando sus historias, esas que nunca me podrá contar el verde. Es un color que va de interesante, pero ¡hostia puta! es que me pareces tan jodidamente interesante, que me llega hasta a fascinar sobremanera el aire satánico que desprendes.

Y el negro. El negro es como un fetiche. Que te guste el negro es para ponerse en manos de un profesional e ir a un tratamiento mental urgente. Pues sí, tendré que planteármelo. Mi color favorito de vestir, el color de la bandera pirata, del anarquismo, el color de la oscuridad, la noche, lo negativo, el terror, el caos, la muerte. Pero algo bueno tendrá la mezcla de todos los colores, ¿no?
El negro inquieta, sobre todo cuando es este color el que sientes que te invade por dentro. Pero sí, reconozco que he sido infiel al verde unas cuantas veces con el negro.

En definitiva, llevo años intentando ignorar estas atracciones sexuales-mentales con otro colores. Pero se acabó.

Mi color favorito es el verde, adoro el verde, me quedo con el verde toda la vida. Pero también me gustan otros colores, a veces mi cuerpo y mi alma me piden a gritos otros putos colores. Vamos a decirlo fuerte, claro y con mala educación. Ignorarlo sería faltarme al respeto a mí, al verde y al resto de colores.

15 noviembre 2019

He soñado contigo



He soñado contigo.

Y yo que después de tanta interpretación de sueños, análisis interno, de psicoanalizarme y redescubrirme, diría que soy -casi- experto en mí mismo, incluso en mi subconsciente, lo reconozco, no tengo ni puta idea de qué significas en ese maldito sueño.

He dudado si eras tú la que me miraba así.
La sensación que tenía se encontraba en el ambiguo espectro que va desde "qué bien volver a verte" al "joder, quiero despertar de esta pesadilla".
O tal vez, para ser justos, me encontraba en un "que dure todo lo posible este mal momento, por favor".

Sinceramente, no tenía ganas de escapar.

Es más, he dudado, por un momento, que fuera real.

Me quedas en los sueños, y todavía ahí, en esa (ir)realidad paralela que vivo por las noches, consigues confundirme.