Me voy a rapar el pelo porque peinarme me cuesta unos minutos al día, los cuales puedo dedicar a escribir este alegato desquiciado.
Últimamente pienso por qué me quité el pendiente y el piercing de mi oreja izquierda, con las infecciones que me habían costado... Tenemos tendencia a olvidar lo que no conviene. Pero una vez escuché que los cambios físicos ayudan a superar cambios internos, y en aquella ocasión no me quedaba nada más por probar y ya me aborrecían las pastillas para dormir.
Parece una tontería, pero mi estrategia era seria y premeditada, no podía salir mal, total, sólo se trataba de olvidar el roce de nuestras narices y tu olor en mi cama.
Y yo, que puedo con todo sin ayuda externa, porque soy más chulo que un ocho y más tonto que un besugo. A mí, que un día me sobran todos y después echo de menos el ruido que hacía tu entropía universal.
Y así estuve 5 minutos pensando, ¿Lo hago o no lo hago? Porque lo mío era pensármelo todo dos veces, y tres y treinta y tres. Pero no, ese día no pensé tanto, ese día empecé a recuperarme al quitarme los pendientes de mi oreja y unos cuantos kilos de ansiedad.
Ese día, mi yo de fuera quiso ayudar al de dentro. Y desde entonces trato de cuidar los detalles que hacen camino, mis detalles, los que yo elijo, los que rompen el guión por insignificantes que puedan parecer.
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