con las balas silbando sobre nuestras cabezas
y la metralla atravesándonos el pecho,
tan frío, tan abierto, tan sucio.
El fuego extinto,
las cenizas aún calientes,
persigo tu olor en mi cama,
hecha laberinto desde que te fuiste.
Y te fuiste de todos los sitios,
menos de mi cabeza hueca.
Ahí resistes con valentía la fiereza de mi rabia,
de mi furia desatada contra mis fracasos cantados.
Ahí sigues indefinidamente,
compartiendo espacio con recuerdos afilados,
como el vecino ruidoso que no te deja dormir.
Vivo con tiritas en las alas,
con el alcohol invadiendo mis venas,
con sal y limón,
perdido y sin brújula.
Ahora todo es lento,
todo es lento y en blanco y negro.
Me quedé sin efectos especiales,
sin trucos, como un mago impostor.
Y estas letras que querían ser terapia
han sido punzón.
Hasta vosotras me castigáis,
hasta vosotras me dais los besos por el lado que corta.
Y aquí sigo yo,
día tras
día,
amputándome
los dedos, cortándome los labios y también muy por debajo de la piel,
donde más
duele.
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