Y al final,
entenderás que no.
Que no morirás de pena.
Que te descubrirás y explorarás por dentro,
y te gustará tanto que no querrás salir nunca de tu inmensidad interior.
Que cada lágrima derramada será un Mar de oportunidades que, seguro, serás
capaz de atrapar.
Que tus ojos cambiarán la forma de mirar.
Que las mariposas se volverán a adueñar de tu estómago y ya no habrá manera de
volver atrás.
Que encontrarás otras camas,
otros labios donde leer "te quiero",
otros cielos donde yacer eterna,
y mil motivos para cumplir esta dolorosa condena.
Que no.
Que te fijes en las estrellas,
tan brillantes y enteras,
ellas no mienten,
aunque puedan llevar millones de años muertas.
Déjate ser,
Es hora de que una lluvia torrencial encharque tus mejillas,
de habitar esos rincones que duelen.
De sentirte y abrazar
esa preciosa vulnerabilidad
que te visita en forma de vacío existencial.
Pero confía,
volverás a arrugar la cara al sonreír,
a desanudar la garganta,
a afilar los dedos que todo lo desean tocar,
a desencadenar tu vida una vez más.
a saltar y saltar,
todavía te quedan rodillas por desgastar
y unos ojos que lloren de alegría al ver nítidamente que eres la dueña de tu
expansión eterna.
Confía,
pues el tiempo, aunque creo que no es quien nos cura, sí es quien nos da la
oportunidad de agarrarnos a nuestra dignidad, a construirnos una actitud
poderosa, permitiéndonos así, aprender a ser y a vivir de otras maneras.
Con otra piel,
con otros ojos,
con otros labios,
con otros cielos y tierras por descubrir.
Con otras cimas por conquistar.
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