28 marzo 2021

Amarme sin piedad

Hacía tiempo que vagabundeaba como un perro hambriento entre los escombros de Tinder.
Tan solo quería encontrar algún trocito roto que comprendiera mi locura.
Y en medio de la pérdida de mi (in)sano juicio, acabé a golpes contra mi cordura.

Fue extraño, perturbador, incluso puse en cuarentena algunas creencias que la sociedad había atravesado en mi mente vulnerable.

Y en profunda conversación con lo que quedaba de mis entrañas, llegué a la conclusión: cuidarme era lo único transcendente. Sólo quedaba esa dirección o gasolina y cerilla.

Amar(me) sin piedad.

Un viaje que desafía los límites de mi comprensión, que llena y rebosa las baratijas de mis cuadriculadas convicciones.

Pero ahí estoy, en la carretera, aunque pase frío, calor, se me quemen los pies, o raspe el pecho al arrastrarme sobre el asfalto.

06 marzo 2021

Mi mundo en llamas

Sufro el síndrome de Estocolmo.
Me gustan mis grilletes,
mi cárcel,
mis barrotes,
mis paredes
y
mi oscuridad.

Siento que necesito tirarme en paracaídas, una vez,
y otra,
y otra.
Afrontar los miedos con terapia de choque.
Zarandearme boca abajo y escuchar el golpeo sobre el suelo de los trocitos de metralla que tengo incrustados en el cuerpo.

Convivo con un miedo incoherente y una valentía torpe,
que me empujan,
escupen
y cierran la garganta,
hasta dejar sus paredes arrugadas pegadas entre sí, quedando mis pulmones huérfanos de oxígeno.

No puedo evitarlo.
Quería vivir en el "Don't worry be Happy" de Bob Marley.
Pero no.
Mis últimos días son un concierto de Rage Against the Machine, un grito de rabia de Zack de la Rocha contra el mundo. Contra mi mundo en llamas.

Cada día estoy más cerca del estallido de mi vena del cuello. Y no sé, no puedo, ¿no quiero? parar la guerra civil que sufro en mi cabeza destartalada.

"Sácame de aquí", me digo con la voz colgando del hilo que sujeta las lágrimas.

Al menos, detrás de todo este desastre, hay alguien que se atreve a soltar lo que le pesa en las pesadillas.