A
veces, la vida te empuja. Y no, no hay que aferrarse a lo que sea para no caer,
no. Probablemente debes saltar.
Dejarse llevar por las señales luminiscentes que nos indican la salida, y no empeñarse
en atravesar una pared, con la cabeza, siempre, por delante.
Yo, que en algún momento aprendí que pensar, pensar y pensar era más sensato
que actuar.
Yo, que fui un ultra de la responsabilidad e hice de la indecisión una forma de
colisionar conmigo mismo.
Yo, que soy capaz de saberme invencible y, a la vez, no atreverme a investigar
la oscuridad que albergo tras mi piel escamosa.
Es una larga historia, de un valeroso guerrero trepando desnudo la muralla de
un castillo infranqueable. Y yo, soy ambos, el guerrero y la muralla del
castillo imposible de conquistar. La dualidad y contradicción nos invade.
¿Quién queremos ser?
Quise salir de Matrix. Y tras violar con brutalidad mis creencias obsoletas, me
convertí en poeta. Y no hablo de escribir, no. La poesía no es escribir. Es
sentir, expresar, soñar, imaginar. La poesía es aprender a vivir el mundo que
te intentaron arrebatar. Es avivar la llama.
Estos son los versos que me escribo. Los que me harán saltar por los aires,
para no volver a encerrar el fuego en el que deseo arder.
Aquí mandan las letras. Sublevadas e irreverentes todas ellas, han tomado el control. Cuando se mezclan hablan mis tripas, descansan mis temblores y se desgañitan mis contradicciones. Se desnudarán sin censuras, tronarán sus pulsaciones y oscilarán sus biorritmos cambiantes. Ahí están… Agárrate que vienen poniendo las íes sobre los puntos.
24 octubre 2020
Poesía es avivar la llama
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