Dejaremos
de manosear barrotes para tocar el cielo con las alas que nos salieron en los
pies.
Limpiaremos las telarañas de todos los rincones oscuros, los nuestros, los del mundo.
No fallaremos, seremos la defensa de Stalingrado y un tiro certero de Vasili Záitsev.
Escucharemos rugir los muelles de las camas y conspiraremos entre cervezas nuestro plan tan estratégicamente descontrolado.
Las estrellas, que tanto brillan, se morirán de envidia cuando nos vean vibrar, cuando nos vean vencer.
Nos pintaremos la boca de rebeldía y los gritos de ira atemorizarán a todos los demonios habidos y por haber.
Seremos un gesto roto y una mirada torcida, la muesca con exhalación justo después de tu oreja mordida.
Una lucha a muerte de cuerpos calientes y sábanas frías, de corazones hirvientes y cabezas con ansia de poesía.
El asalto a la torre más alta del castillo desde las catacumbas más profundas, sin salto, pero sin importar la altura, sin toma de prisioneros, sin compasión, con labios merodeando la piel en forma de tortura.
Vamos a contar con todo lo que tenemos dentro, vamos a dejarnos ir, vamos a pasarlo bien de principio a fin.
Colgaremos nuestra piel en las concertinas como tortugas anarquistas, nos quedaremos fundidos en las vallas electrificadas y dejaremos vía libre a todas las miradas cruzadas.
Vamos a ser el meteorito que pulverice el mundo, que lo renueve.
Con o sin respaldo, con tiempo o sin él, con el cargador lleno o con nuestras manos rozándonos la piel.
Andaremos descalzos, dormiremos desnudos y soñaremos muy despiertos.
Disfrutaremos del barro y las garrapatas dentro de las barricadas de confianza.
Nos tornaremos en almas indestructibles, con el único objetivo de contagiar nuestro terrible mal por el mundo. Somos como pequeñas y destructivas bacterias que no te van a dejar dormir.
Viviremos, aunque tan solo sea para morir en el intento.
Limpiaremos las telarañas de todos los rincones oscuros, los nuestros, los del mundo.
No fallaremos, seremos la defensa de Stalingrado y un tiro certero de Vasili Záitsev.
Escucharemos rugir los muelles de las camas y conspiraremos entre cervezas nuestro plan tan estratégicamente descontrolado.
Las estrellas, que tanto brillan, se morirán de envidia cuando nos vean vibrar, cuando nos vean vencer.
Nos pintaremos la boca de rebeldía y los gritos de ira atemorizarán a todos los demonios habidos y por haber.
Seremos un gesto roto y una mirada torcida, la muesca con exhalación justo después de tu oreja mordida.
Una lucha a muerte de cuerpos calientes y sábanas frías, de corazones hirvientes y cabezas con ansia de poesía.
El asalto a la torre más alta del castillo desde las catacumbas más profundas, sin salto, pero sin importar la altura, sin toma de prisioneros, sin compasión, con labios merodeando la piel en forma de tortura.
Vamos a contar con todo lo que tenemos dentro, vamos a dejarnos ir, vamos a pasarlo bien de principio a fin.
Colgaremos nuestra piel en las concertinas como tortugas anarquistas, nos quedaremos fundidos en las vallas electrificadas y dejaremos vía libre a todas las miradas cruzadas.
Vamos a ser el meteorito que pulverice el mundo, que lo renueve.
Con o sin respaldo, con tiempo o sin él, con el cargador lleno o con nuestras manos rozándonos la piel.
Andaremos descalzos, dormiremos desnudos y soñaremos muy despiertos.
Disfrutaremos del barro y las garrapatas dentro de las barricadas de confianza.
Nos tornaremos en almas indestructibles, con el único objetivo de contagiar nuestro terrible mal por el mundo. Somos como pequeñas y destructivas bacterias que no te van a dejar dormir.
Viviremos, aunque tan solo sea para morir en el intento.