22 mayo 2017

Y quedarnos igualmente hambrientos

Cuatro noches que hablan solas.
Cuatro noches que son pocas,
suficientes noches
para darnos cuenta
de infinitas cosas.

Dos de verano
y dos de Fallas,
treinta y siete miradas clavadas
y un par de manos encontradas.

Siempre en dirección prohibida,
encerrando las ganas en un gintonic amargo,
engañando
a nuestras fantasías sin cumplir,
destronando
a los reyes del azar.
Y como no puede ser de otra manera,
la quinta noche
volverá a pasar.

Y volveré a dejar mi mirada viviendo en tus ojos
para no desacostumbrarlos.
Y volveré a tocarte,
pensando por un minuto que dejaste de ser murmuro de una noche.
Y volveré a cruzar las líneas rojas sin mirar.
Y volveré a dar vueltas sobre mí mismo
persiguiendo mi cola como perro estúpido.
Y volveré a desafiar al mundo
con la cabezonería de un niño malcriado.
Y volveré a gritarte que seas valiente,
con el único argumento de lo inexplicable al vernos.

Y mientras tanto,
solo espero que llegue la quinta noche
y volvamos a desayunarnos los ojos,
comernos con risas tontas
y cenarnos con la imaginación.

Y, aun así,

quedarnos igualmente hambrientos.



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