Y de
pronto, sentí una fuerza tremenda que me incitaba a abrazarte.
Era algo tan potente, tan desconocido.
Algo que me extrañaba mucho, pues siempre habías estado ahí y nunca había
sentido esa sensación.
Estabas enfrente, como si fueras yo, sin serlo, con mi misma cara, mismos ojos
y esa mirada de deseo mutuo de abarcar ese cuerpo hasta donde lleguen los brazos.
Ese espejo me estaba devolviendo magia, cosas que nunca vi.
Pero la sensación era clara y concisa.
Necesitaba pedirte perdón, sofocar tu llanto, aliviar tu ira, ser refugio y
también baile, ser la experiencia que cambie y remueva las calles.
Ser cómplice de todos esos detalles, colonizar tu mente insobornable.
Quería sentir tus escalofríos, tan conocidos, en otra piel distinta.
Quería dejar de ser fugaz en un espejo para ser realidad todos los días.
Solo quería verme bien, que esos ojos mueran por vivir, que les acompañe hacia
esos lugares donde seremos lo que somos sin miedo a existir.
Aquí mandan las letras. Sublevadas e irreverentes todas ellas, han tomado el control. Cuando se mezclan hablan mis tripas, descansan mis temblores y se desgañitan mis contradicciones. Se desnudarán sin censuras, tronarán sus pulsaciones y oscilarán sus biorritmos cambiantes. Ahí están… Agárrate que vienen poniendo las íes sobre los puntos.
06 agosto 2022
Sin miedo a existir
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