22 diciembre 2018

Quiero llorar


¿Por qué? ¿Por qué no puedo llorar?
No puedo llorar, en público al menos. Sólo algunas personas han tenido el privilegio de verlo, desde hace tanto tiempo...

Quiero llorar, a mares, sin consuelo. Como los días de pizarra en los que me quedaba en blanco, como cuando me caía con la bici, como el día D, cuando empecé a llorar hacia dentro.

No, ya no sé llorar. Se me ha olvidado. Y no, eso no me hace más fuerte, ni más hombre, ni más nada. Como mucho me hace más triste, más insensible, menos humano.

Nunca recuperaré las lágrimas que no lloré en ese aeropuerto. Las cambié por horas de puñales de gotas solo en mi casa.
Clavadas permanecerán las lágrimas que no lloré mientras me escuchabas en esa cama (yo sé que me escuchabas).
Tuve inmensas ganas de llorar mientras veía resbalar gotas por tu mejilla cuando nos despedimos para siempre, pero me esperé a llorar en el coche en un semáforo en rojo, como si así doliera menos.
Envidia siento por no poder llorar las películas que sí me ponen los pelos de punta.
Quiero llorar con el mejor solo de guitarra en directo y llorarme encima con los recuerdos.
Quiero llorar de rabia, de risa, de amor, de tristeza, y también llorar sin motivo.
Quiero que me vean y que no pase nada.
¡Joder, quiero llorar y no puedo!
Quiero dejarme ver en mis ojos vidriosos y no sentirme débil.

¡Estoy harto!

Quiero que todos vean el color de mis lágrimas.

Quiero inundarme y desbordarme con ellas.

01 diciembre 2018

Zapatillas y cordones




"Buenos días Bambas", le decía por las mañanas rozándole la lengüeta.
"Buenos días Cordi", contestaba con voz temblorosa esbozando una sonrisa de talón a puntera.

Estaban tan unidos que parecía imposible que se separaran sus tejidos. Se entrelazaban formando el calzado perfecto. Cordi recorría los agujeros de Bambas. Bambas pensaba que nunca nadie le llegaría a la suela del zapato. Cordi se fundía con Bambas en su empeine, saliendo de casa los más chulos del barrio, chafando la cara de la acera y pisando charcos.

Pasó el tiempo siendo todo perfecto. Pero un día Cordi salió de la vida de Bambas, sin decir "ahora vuelvo", como quien sale a por el pan con chanclas, como quien se pone las zapatillas de ir por casa, como si fueran a darte un susto de muerte y dejar todos tus rincones rellenos de ansiedad. Como si en lugar de andar sobre el suelo se andara por la pared, como si la sacudida les hubiera llegado a la punta de los pies.
Y así de frío y tremendista puede parecer. Pero Bambas se puso otros cordones y Cordi encontró otras zapatillas. Y el mundo siguió girando, y el suelo seguía en su sitio. Porque nadie se muere si pierde unos cordones, e incluso si pierde las zapatillas, pues descalzo, aunque al principio duela, también se puede andar.