31 agosto 2018

La decadencia de la casa de papel

La gente dirá que me escondo, pero solamente quiero que nadie me vuelva a ver. Podríamos decir que es una enfermedad terminal, pero yo persigo mi sonrisa hasta que ya no pueda más.
No hay razones poderosas, ni cosquillas que curen la decadencia mundial.

Y busco con desespero la compañía de los buenos, su energía es la que mantiene en pie esta casa de papel. Cada vez cuesta más soportar los temblores cuando ves que no existen conexiones, que las únicas miradas son traidoras y vivimos con caras largas y el pecho congelado.

Y gracias a la magia de los buenos no se desmorona nuestra casa de papel. Gracias a la fuerza de las miradas potentes soportamos nuestro mal endémico. Y quisiera poder decir que algo nuevo viene de camino, y me lo imagino, y planteo las bases de mi utopía caótica y surrealista. Y suspiro profundamente.

La cuenta atrás persigue a la resistencia. Atrincherados en nuestra delicada casa de papel. Pero rendirse no es opción. Y con mirada clara y lágrimas en los ojos se preparan para alcanzar las nubes. Porque el que ha sido tocado por la varita no da un paso atrás, ni para tomar impulso. Porque son los héroes de la contienda, los auténticos supervivientes. El clavo ardiendo al que agarrarse en nuestra decadencia mundial.




12 agosto 2018

Sopa fría de letras



Se anuncia tormenta en esta casa polvorienta. Y ya estoy dentro de este día eterno. Se arremolinan las dudas sin respuesta y las soplo fuerte, con todas mis fuerzas.

Se enfría la sopa y sólo me quedo con las letras. Hoy, que hace tan buen día para frotarnos debajo de las sábanas.

Enséñame cómo maltratar al tiempo, cómo desconcertar a mi enfermedad crónica. El aguafiestas del amor. El dolor en una pared blanca con gotelé todas las noches, a la misma hora.

Dame la pócima a mi debilidad incurable, dime hacia dónde caminar cuando está oscuro, si en mi casa con las ventanas cerradas, en la calle y en el mundo entero huele a cerrado.

Respiro, respiro, pero estoy más cerca de escuchar al demonio del hombro que al hambriento y lastimoso señor de blanco.

No, no quiero seguir mordiendo cristales, no quiero arañarme el cuerpo, no quiero ser fugaz, un triste cajón vacío, no quiero matar el tiempo en este papel mojado.

Y en este día eterno, donde el universo se estrecha, donde se caen los dientes y la piel se quema, me querré con la mano, pues ya no quedan letras en la sopa fría.