25 abril 2018

Ropa de mentira

Prometo que llegué a creerme cuando te vestías de mentira. Y por fin me di cuenta que tu mundo no me venía, me quedaba pequeño, estrecho de hombros.

Que al final no era mi barba la lija, sino esos besos que debí haber cogido con pinzas, que tus halagos eran de corcho y pesaban miligramos, que las palabras son humo cuando los hechos son montañas de miedos.

Tus miradas de cuento, puro cuento eran. Yo, que quise esforzarme más que nadie y salí de rodillas y por la puerta trasera. Que contigo pinché en hueso y me deshice en cada beso, besos que sabían bien, pero al final se me hicieron bola.

Me dejaste cadáver y te oigo en ‘La Lluvia en los Zapatos’. No me gusta fingir y, como diría el desaliñado que canta, me siento tan estúpido apagando nuestro incendio...

Al final el hilo rojo se rompió de tanto que estiramos, para convertirme en juguetito roto, de usar y tirar. Como si me hubieras pasado por encima y sólo dejaras en mí tu ropa de mentira.

Pero llegó septiembre, y al menos me di cuenta que las cosquillas en el cuello el que mejor me las da soy yo.

02 abril 2018

Ellos ya no eran cornisa



Se trajo el alma rota a cuestas. No sabía qué hacer con el peso muerto de su recuerdo, tan vivo y brillante. Mientras caminaba sin destino ni fin por la calle del amor estropeado y sus paralelas, sin pasos peatonales ni semáforos en verde. Descatalogado y descolgado del mundo, agarrado de un dedo tembloroso a la cornisa de sus ojos. Pero sus ojos ya no eran cornisa, sino acantilado de rocas puntiagudas.


Ellos ya no son refugio, sino tempestad en las noches de las lágrimas inconsolables. Ellos son un reflejo lejano de aquello que fueron, del arte de hablar al mirar, siempre que gritaban las pupilas. Y ahora están clavados como estacas de plata y se aparecen al encender la luz de la mesita de noche, creyendo que todo había sido un sueño y sus ojos seguían pestañeando por los suyos.