Me hago
el dormido para pasar desapercibido,
para
relajar el cuello y no levantar cabeza,
para que
entre la muchedumbre no quepa ninguna sospecha.
Estoy
solo y aun así me sobra todo el mundo.
Busco
parapeto donde permanecer escondido,
donde
malgastar mi tiempo derramando tinta con olor a carne cruda.
Busco
un lugar apartado para no llamar la atención de nadie.
Busco
mi propia cruzada,
mi
encrucijada resbaladiza,
la
última pelea encarnizada en mi batalla sin cuartel.
Ansiosamente
busco en los bolsillos de la rutina,
en mi
cortina de humo favorita,
la que
levanta ese polvillo negruzco
que
machaca mis castigados pulmones llenos de contradicción facilona.
Busco a
la desesperada en los versos más odiados,
los que
únicamente consiguen rimar los monstruos más temibles,
mis
preferidos.
Trato
de encontrar el lápiz que dejé preparado para una ocasión especial,
con el
que sacarme un ojo
para
suceder al rey tuerto en el país de los ciegos.
Busco a
gritos al silencio sepulcral,
al
dueño del entuerto.
Busco
la tranquilidad de poder sentirme unos minutos como un muerto,
y al rato
volver a la puta realidad,
sin
castigarme demasiado.
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